Mujer necia

“Usted es una mujer necia. No se da cuenta usted de que todos esos negritos le han salvado la vida..."

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El video del arresto de George Floyd desató una oleada de protestas contra la injusticia racial y la brutalidad policial en Estados Unidos y todo el mundo. Foto: AFP

Por Mirella Schoenenberg de Wollants

2021-04-08 2:25:35

Elevó sus brazos reuniéndolos sobre su cabeza donde los índices se rozaron, encorvó con experticia su espalda y se impulsó con elegante movimiento rompiendo la placidez del agua, penetrándola por fin, impulsada por la atracción que la motivaba, como si estuviera presa de un embrujo.
Sus ojos azules habían sido conmovidos gracias a la sensación de grandeza que recogieron al contemplar la inmensidad del Río Congo y su tono rojizo, como de ladrillo disuelto, que ella no había observado antes en río alguno. Siendo el segundo río más extenso del mundo, después del Amazonas, también el Congo es el río más profundo del mundo y el más hermoso, con un curso muy complejo donde abundan los rápidos y las cataratas. Aunque, desde donde ella se hallaba, contemplándolo embelesada, junto a un verdísimo árbol de mango cuyo verdor conjugaba maravillosamente con el rojizo del río, más bien parecía un tranquilo lago.
Vibs, como la llamaban, aunque su nombre verdadero era Marie Françoise, amaba el agua y desplazarse entre ella. Desde pequeña había aprendido que el agua era su segundo hábitat pues se sentía cómoda entre sus brazos, gracias al entrenamiento que desde los dos años había recibido por su familia, como parte de la preparación natural para la vida. Nacida en Amberes, Bélgica, con el Río Escalda muy cerca, era costumbre para los niños y jóvenes de su localidad, el recrearse con actividades acuáticas en este río nacido en Francia. Vibs había disfrutado su juventud participando en competencias formales e informales de natación, resultando ganadora en varias de ellas, como miembro del equipo olímpico de su ciudad.
El Congo le hizo rememorar su vida feliz dentro del Escalda. Se alejó del árbol de mango y casi corriendo se dirigió a la casa que le habían destinado en el Puerto Matadi, el puerto fluvial del Congo Belga, ubicado en la orilla izquierda del famoso afluente, que en 1960 recibió el nombre de Zaire y actualmente, desde 1997, República Democrática del Congo. Ferdinand, el esposo de Vibs, era el jefe del puerto, la máxima autoridad del lugar. Corría el año 1942.
Se puso el trajo de baño y se dirigió al muelle cercano. Desde ahí, Vibs, de 26 años, se zambulló en el Congo, feliz, refrescándose del calor africano, disfrutando la sensación de frescura que en la piel le daba el agua tibia y rojiza.
Algo la sacó del embrujo en que se encontraba. Entre 6 y 8 piraguas la rodeaban. Niños y adolescentes de la zona, semi desnudos, sentados dentro de las embarcaciones y hablando kikongo le lanzaban piedritas. Algunas de ellas habían logrado chocar contra sus brazos. Vibs se enfureció. Giró el cuerpo y vislumbró a su esposo, enfundado en su uniforme oficial, observándola desde el muelle, con ambos puños colocados a cada lado de la cintura. Su semblante era serio. La blanca y rubia mujer, cual sirena en su charco, nadó con rapidez hacia el muelle. No entendía cómo era posible que su marido se daba cuenta de lo que pasaba y no hacía nada. Chorreando agua se acercó a Ferdinand y casi gritando le dijo: “¿Cómo es posible? ¿Qué usted que es la autoridad, permite que todos estos negritos me estén tirando piedras, a mí, a su esposa?
Los ojos azules del marido la miraban seriamente: “Usted es una mujer necia. No se da cuenta usted de que todos esos negritos le han salvado la vida. ¿Qué no sabe que este río esta infestado de cocodrilos y esta gente al tirarles piedras los han mantenido alejados de usted, salvándola de que se la comieran? ¡Mire!”, dijo señalando el agua. La joven giró la cabeza, observando, efectivamente, los cocodrilos que reposaban al fondo del coloso, bajo la zona donde ella había estado nadando, algunos de ellos, ya moviéndose hacia la superficie. Los oriundos la miraban, sonriendo y riendo, desde sus embarcaciones.
Después de haber nadado por media hora, Vibs aún se maravillaba del azul del Lago de Ilopango en 1971, mientras relataba esta historia a sus acompañantes, con una sonrisa en sus labios, que siempre mantuvo constante. ¡Hasta la próxima!

Médica, Nutrióloga y Abogada / mirellawollants2014@gmail.com