¿Héroe o villano?

Winston Churchill pasó a la historia como un héroe. Sus pecados fueron olvidados. Quizás por ello es tan importante el dicho: “La historia lo escriben los conquistadores, no los conquistados”. Curioso, igual sucede en El Salvador, en donde unos jóvenes millennials reescriben nuestra historia, destacando pecados de otros mientras -convenientemente- olvidan los propios.

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La carrera dentro de la medicina de la doctora Membreño inició en 1979, siempre en San Francisco Gotera. La comunidad goterense llora su partida.

Por Max Mojica

2020-09-11 9:39:12

Netflix tiene en su cartelera una interesante película sobre la Segunda Guerra Mundial cuyo título en español es “En la hora más oscura”. Trata sobre la vida del Primer Ministro británico Winston Churchill, centrando su narrativa en su clarividencia política evidenciada en que nunca tuvo dudas de que, como representante del mundo occidental libre y democrático, no podría tener componendas, arreglos o acuerdos con quien ha pasado a la historia como la quintaesencia del tirano: Adolfo Hitler.
Con un guion electrizante y una ambientación de primera, la película mantiene al espectador sentado a la orilla de la silla mientras se desarrollan los acontecimientos, hasta que los “buenos” derrotan a los “malos” de los alemanes. Pero ojalá y la vida fuese tan sencilla como para poder dividirla entre buenos y malos.
Para los que nos atrevemos a leer historia es risible y reduccionista simplificar a bandos que se enfrentan con el calificativo de “buenos y malos”. Todo pueblo, todo gobierno, toda civilización, tiene luces y sombras, las cuales quedan grabadas indeleblemente en la historia de la humanidad. Para el caso, mientras Churchill se mostraba inflexible frente al enemigo nazi ¿se han preguntado ustedes las políticas que desarrollaba su gobierno en el continente asiático?
Mientras los nazis tenían en pleno funcionamiento su máquina de muerte en los campos de concentración, aplicando la terrible “Solución Final” (1942-1945), el gobierno británico liderado por Churchill envió tropas y suministros a la India con la intención de bloquear al ejército japonés que se acercaba.
Por desgracia, cuando los japoneses conquistaron Birmania (la despensa de arroz del Sureste Asiático), interrumpieron su exportación a la mayor parte de la India. Aunado a ello, el ejército británico requisó todos los medios de transporte dentro del subcontinente, dedicándolos exclusivamente para uso militar, transporte de municiones y tropas. Sin transporte, las importaciones civiles se paralizaron y los comerciantes locales acapararon las cosechas locales para venderlas con grandes beneficios.
Haciendo gala de una sorprendente falta de preocupación por el destino del pueblo (quien quiera más referencias sobre el tema, puede consultar el libro titulado “El Libro Negro de la Humanidad”, en su capítulo “Hambrunas en la India Británica”), el gobierno británico en la India se negó a interferir en el vertiginoso ascenso de los precios que fijaba el mercado libre claramente alterado, por un lado por el acaparamiento y por otro por las circunstancias de la guerra, por lo que se generó una terrible hambruna entre los habitantes de Bengala.
Se calcula que entre 3 y 4 millones de bengalís murieron de hambre antes de que alguna alma caritativa de entre el gobierno de su Real Majestad, siquiera se empezase a preocupar por el asunto.
Resulta interesante comparar cifras: los nazis aniquilaron de hambre, enfermedad y gaseamiento en los campos de concentración, a aproximadamente 6 millones de judíos; pero las políticas del gobierno de Churchill causaron, por hambre, en la India Británica, apenas un 30% de muertes menos que las causadas en los campos de extermino.
Se dice que cuando el Primer Ministro británico cuando fue consultado sobre el problema, se encogió de hombros y dijo: “Es culpa de los indígenas, se reproducen como conejos…”.
Vale la pena señalar que, en los campos de trabajo británicos en la India, la razón diaria de arroz para los internos era de 1,627 calorías, es decir, 123 calorías menos que las que recibía un interno en el campo de concentración nazi de Buchenwald, en 1944.
Churchill -representado como héroe en la película- fue el mismo que dejó morir de hambre, por simple desinterés, a los ciudadanos de segunda clase de Su Majestad en la India; y fue el mismo que ordenó se desatara fuego del cielo en el bombardeo a la indefensa ciudad alemana de Dresde -que carecía de objetivos militares o industriales-, en la que murieron incineradas y sofocadas, más de ciento cincuenta mil personas en una sola noche de horror.
Al final, Winston Churchill pasó a la historia como un héroe. Sus pecados fueron olvidados. Quizás por ello es tan importante el dicho: “La historia lo escriben los conquistadores, no los conquistados”. Curioso, igual sucede en El Salvador, en donde unos jóvenes millennials reescriben nuestra historia, destacando pecados de otros mientras -convenientemente- olvidan los propios.

Abogado, Master en leyes @MaxMojica