Hasta que la vida, muerte o matrimonio nos separen

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Foto EDH/ Mauricio Cáceres

Por Carlos Balaguer

2019-11-05 9:15:01

En el azaroso y asombroso viaje de la vida el ser humano suele encontrar en una de las vueltas del camino al ser amado. El mismo que nos acompañará, si no todo, parte del camino. Ese ser inesperado —como lo era la Esfinge mitológica que se nos aparecía en una de las vueltas del sendero, entre los desfiladeros entre Tebas y Corinto, de la antigua Grecia— que nos propone un enigma. El mismo que debemos responder o perecer junto a la aparición. Ese acertijo o adivinanza es el prodigio del amor.
Al casarnos, el cura o el pastor dice el acostumbrado designio “…hasta que la muerte los separe”. Ya que durante nuestra unión nos volvemos “una sola carne”. Pero en la vida real no sólo es la muerte quien nos llega a separar sino también la vida y en muchos casos el matrimonio. Suele haber en ello muchas razones y circunstancias ineludibles. Algunas veces es el cotidiano devenir y sus vicisitudes. En los artistas es la fama; en otras es que el amor muere o se desvanece al no haber respondido su enigma. Pero en todo caso debemos luchar porque el amor no muera, renovando nuestra forma de amar o viendo lo divino de su milagro. Ya que, como la Esfinge mitológica, el verdadero amor suele llegar sólo una vez en nuestro largo andar.
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