Siempre

Con las cosas que están sucediendo últimamente, con las mordazas que se están queriendo imponer, con la casi nula independencia de órganos fundamentales del Estado que estamos presenciando, con la desfachatez y la falta de vergüenza con que altos personeros del gobierno de turno pretenden manejar a la opinión pública, tal pareciera que algún nefasto escritor de guiones estuviera revisando los que se ocupaban en aquellos años, que ahora parecen lejanos y benignos, de la dictadura militar del siglo pasado

descripción de la imagen
Foto: Imagen de carácter ilustrativo y no comercial/https://tinyurl.com/mtr5fm3b

Por Jorge A. Castrillo H.

2021-07-09 5:50:19

Siempre es un adverbio de tiempo, es decir que modifica lo que estamos afirmando en la oración. Usualmente se lo interpreta hacia adelante, en clave de futuro, como queriendo significar “en todos y cada uno de los momentos por venir”. Un esposo, una esposa no se aman durante todos y cada uno de los momentos de su vida en común. Usted lo cantó, lo prometió y puede que hasta haya jurado en un altar “amar por siempre” a su pareja, pero con la experiencia que va dando la vida, la inmensa mayoría ha aprendido que “siempre” no significa en todo momento, sino más bien, “te amaré a lo largo del tiempo por venir y a pesar de algunos momentos en los que me gustaría hacerte desaparecer, te amaré por siempre. Como diría Neruda, “Me gusta cuando callas porque estás como ausente / y me oyes desde lejos y mi voz no te toca. / Parece que los ojos se te hubieran volado / y parece que un beso te cerrara la boca”.
A fuerza de que escuchar tantas veces repetido el estribillo “los mismos de siempre” en boca de funcionarios del actual régimen, me hizo reflexionar nuevamente en la subjetividad del término “siempre”, sólo que esta vez hacia atrás en el tiempo. Para un mocoso de siete años, “siempre” significará ese corto lapso de vida que lleva en este mundo. De igual forma, poco puede aportar un jovenzuelo de 20 años, por muy avezado que parezca, sobre la manera en que la vida se vivía en el siglo pasado. Poco entienden, por ejemplo, las personas de 30 años, de la existencia de aquel tiempo en que los días transcurrían más lentamente, cuando las ciudades morían en domingo, cuando las relaciones eran todas cara a cara y en tiempo real, cuando los teléfonos servían sólo para hablar con otra persona. Los de 40 años, que tienen todo el derecho para considerarse personas adultas –aun y cuando que adulto no sea sinónimo de madurez, nunca lo ha sido en verdad y menos en estos tiempos en los que el sistema de vida hace todo lo posible por retrasar conscientemente que los ciudadanos alcancen la madurez y la vejez. Una persona de 60 años no puede entender, a menos que tenga voluntad de hacerlo y deseos de aprender, los horrores que se vivieron durante la segunda guerra mundial.
Es la belleza de la educación. La buena educación (formal o informal) permite a la persona que lo desee traspasar y trascender sus límites temporales. La comprensión no será la misma en quien ahora revisita conceptualmente (estudia) un período determinado que aquel que lo vivió en carne propia. Los estragos del franquismo en España serán más o menos duros según sea quien nos cuente el cuento. De la guerra interna que vivió nuestra nación en la década de los 80, no hace falta explicarlo, los recuerdos se tiñen de la perspectiva de quien los refiere: si participó activamente en uno de los dos bandos podrá referir los horrores que presenció o realizó; si fue espectador interesado se recordará más de algunas cosas que de otras; si creía que no le afectaba mucho lo que pasaba, pues sus recuerdos serán más tenues. Pero de lo que no le cabe duda a nadie es que esa década fue un parteaguas en nuestra historia. El Salvador no fue el mismo antes que después de los Acuerdos de Paz. Estábamos lejos aún de ser el Edén que deseábamos, pero en algunos aspectos de importancia cardinal, íbamos en la dirección correcta.
Con nuestras bien fundadas dudas, muchos quisimos que se convirtiera en realidad el ofrecimiento que se hizo al país tres años atrás: estamos pasando la página de la guerra civil, se nos dijo en un alegre discurso. Con las cosas que están sucediendo últimamente, con las mordazas que se están queriendo imponer, con la casi nula independencia de órganos fundamentales del Estado que estamos presenciando, con la desfachatez y la falta de vergüenza con que altos personeros del gobierno de turno pretenden manejar a la opinión pública, tal pareciera que algún nefasto escritor de guiones estuviera revisando los que se ocupaban en aquellos años, que ahora parecen lejanos y benignos, de la dictadura militar del siglo pasado. Qué rápido pasamos de esperar la materialización ideas nuevas a constatar ¡una vez más! los usos y malas prácticas de los actuales mismos de siempre.
“Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son” hizo decir a Segismundo don Pedro Calderón. “Hasta que te despiertan a palos” como dicen que gritó un desbocado espectador en una de las presentaciones.

Psiquiatra/psicastrillo@gmail.com