Él mancilló la Paz

¿Acaso es justo que un Presidente ajeno a la generación del conflicto armado venga a abrir las cicatrices de aquella realidad? Se nos trata de ilusionar con un futuro escueto, irreal, inexistente. Nos quieren vender Bitcoin, estadios, billeteras digitales, aeropuertos y trenes irreales, ¿a qué costo pagaremos estas mentiras? No solo con mayor endeudamiento y destrucción de un Estado democrático, ese futuro falso lo quieren pagar destruyendo nuestro pasado.

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Imagen de carácter ilustrativo y no comercial/ instagram.com/p/CL0cSSRjR5r/

Por Andy Failer

2022-01-05 6:53:16

Los Acuerdos de Paz de El Salvador, concretizados en el Palacio de Chapultepec en el año 92, hicieron que todo el mundo volteara a ver con asombro y esperanza a este pequeño país de la región latinoamericana. Este 16 de enero se celebran 30 años de esos emblemáticos acuerdos. Pero desde que el Presidente Bukele reveló su faceta más autoritaria, se ha encargado de mancillar la paz que le costó tantas vidas a esta sociedad que aún posee recuerdos tan frescos del conflicto armado. “Sí, los mancillo porque fueron una farsa”, dijo Bukele el año pasado, con su típica gorra puesta hacia atrás durante un acto público en El Mozote, frente a víctimas de la horrible matanza que ocurrió en ese mismo lugar a finales del año 81. Sí, Bukele dijo esas palabras en el mismo lugar en donde masacraron a 552 niños, 434 adultos y 12 mujeres embarazadas. ¿Qué mayor muestra de tiranía que esa?

El 25 de abril de 1981, mi abuelo Amadeo, a sus 59 años de edad, fue asesinado frente a la Catedral de San Miguel. Según el Observatorio de la Libertad de Prensa en América Latina, él se habría negado, en defensa de la libertad de expresión, a borrar unas pintas revolucionarias de la fachada del edificio donde funcionaba su rotativo. Al día siguiente de la advertencia fue asesinado por supuestos agentes de la Guardia Nacional. Después de su muerte, los asesinos se fueron tras los pasos de mi abuela María Elena. La sacaron de su casa y días después fue encontrado su cuerpo. Este relato es parte de los recuerdos de mi familia, son estragos que al igual que muchos salvadoreños más les dejó ese conflicto bélico. Algo así no se olvida y difícilmente se perdona, pero mí generación, los de la posguerra, tuvimos la dicha de no vivir una realidad tan cruel gracias a los Acuerdos de Paz y, aunque estos fueron imperfectos, permitieron que esta sociedad tan sufrida, pudiese avanzar. Eso debe reconocerse con fragilidad y no mancillar.

Los recuerdos y relatos entre lágrimas y dolor, siguen muy presentes en el seno de miles de familias salvadoreñas. La paz no solventó sus vidas, no les trajo de vuelta a sus familiares y a muchos nunca les proporcionó justicia. Pero dos bandos dejaron de matarse entre sí y, aunque esos dos bandos siguieron peleando, esta vez desde la palestra política, muchas veces lograban ponerse de acuerdo para que el país pudiera seguir caminando. ¿Acaso es justo que un Presidente ajeno a la generación del conflicto armado venga a abrir las cicatrices de aquella realidad? Se nos trata de ilusionar con un futuro escueto, irreal, inexistente. Nos quieren vender Bitcoin, estadios, billeteras digitales, aeropuertos y trenes irreales, ¿a qué costo pagaremos estas mentiras? No solo con mayor endeudamiento y destrucción de un Estado democrático, ese futuro falso lo quieren pagar destruyendo nuestro pasado. Por ello, este 16 de enero, aunque el régimen no conmemorará los Acuerdos de Paz, nosotros sí, porque no podemos permitir que una sola persona siga mancillando nuestra memoria.

En esta batalla eterna que libramos todos los días entre la frustración y la esperanza, es la esperanza de evocar las convicciones de mis abuelos y las de muchos salvadoreños más que hoy habitan nuestra memoria, las que siempre me hacen reafirmar que todos debemos tener un compromiso con El Salvador. Este 16 hagamos que ese compromiso valga. Los tiranos vienen y van, pero nuestra tierra y sus realidades son para siempre.

Comunicólogo y político