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Gripe española o “trancazo” en El Salvador

Considerada en ese momento como nacida en China (¡qué casualidad!) se regó fácilmente gracias a los desplazamientos de los ejércitos en contienda, tanto en tierra como en mar, que participaban en la primera Gran Guerra. Se caracterizaba por elevadas temperaturas, artralgias, síntomas respiratorios que culminaban con neumonía y muerte.

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

El trancazo” se le denominó en tierra cuscatleca a la gripe española que azotó a su gente, desde finales de 1918, la cual causó indeterminado pero importante número de fallecimientos debido a que las autoridades gubernamentales se negaban a aceptar su presencia (¡oh! Se repitió casi 100 años después), afectando principalmente a los moradores de San Miguel, San Vicente, Santa Ana, Soyapango, Santa Tecla y la capital.


Con un presupuesto para salud del 5.14% del general, “El Diario de Oriente” (San Miguel) publicaría el 14 agosto 1918 que no contaba con 5 empleados debido a la “molesta enfermedad”. Nueve días después comunicaría que más de 7,000 afectados había en San Miguel y pidió que se cerraran los centros escolares, para luego informar, el 28 de agosto, las “15 defunciones diarias”, lo cual impediría la conclusión de la construcción de la catedral de San Miguel.
Dando inicio en Santiago de María, ingresando por el Puerto de La Unión, el agente viral se movió hacia todo Usulután y al hospital de San Miguel acudirían afectados de otras regiones. De ahí, esparcirse a San Vicente y localidades cercanas, fue fácil, logrando que lugares de trabajo cerraran por falta de trabajadores (talleres, centros educativos, teatros).


Considerada en ese momento como nacida en China (¡qué casualidad!) se regó fácilmente gracias a los desplazamientos de los ejércitos en contienda, tanto en tierra como en mar, que participaban en la primera Gran Guerra. Se caracterizaba por elevadas temperaturas, artralgias, síntomas respiratorios que culminaban con neumonía y muerte.


En El Salvador, su esparcimiento fue facilitado por la incomprensión del fenómeno, la inexistencia de acciones preventivas, la inhabilidad y la tardanza estatal para atender el suceso (¡si hubieran conocido la historia con anterioridad!), lo que ayudaría que se regara por los suburbios más densamente poblados y que para septiembre hubiera un desequilibrio sanitario en San Miguel, apareciendo otras patologías adjuntas lo cual incrementaría el número de muertes (¿casualidad?).


El impulso progresista que el presidente médico Manuel Enrique Araujo trató de darle a la atención sanitaria había sido truncado por su asesinato.


El país venía cargando la concepción de que la salud pública era un asunto de atención altruista (¿será que seguimos pensando igual 100 años después?), por lo que era ineficientemente manejada por las juntas de caridad y las órdenes religiosas, lo que ocasionó retraso en la implementación de los conocimientos científicos y de políticas públicas. De acuerdo con los investigadores, para 1918 era relevante el control que ejercía la filantropía, la caridad y la beneficencia en este campo, todo esto contribuyendo enormemente al mal manejo que se le dio a la gripe española en El Salvador y las pérdidas humanas que produjo (¡ups!).


El presidente Araujo, consciente de la precariedad del manejo sanitario, inició su labor construyendo el edificio de la escuela de medicina frente al Hospital Nacional Rosales y fortaleciendo los intercambios entre la comunidad médico-científica centroamericana con financiamiento del gobierno, específicamente de la Presidencia.


Lastimosamente luego de su muerte, el país ingresó a la dictadura de la llamada Dinastía de los Meléndez Quiñónez (1913-1931), la cual no contaba con la visión moderna, científica y de avanzada de Araujo ni tenía interés en buscar soluciones a los problemas de los habitantes que les proveyera bienestar (¿la historia se repite?).
Declarada como una simple influenza por el gobierno debido a la cercanía de las elecciones presidenciales, anunció que la pandemia venía a la baja gracias a las dinámicas acciones de las autoridades (¿revisar para no repetir?). Para el 7 y 9 de septiembre, “El Diario de Oriente” comunicaba el resurgimiento de nuevos casos y el 11 del mismo mes el virus ya estaba en San Salvador.


“La influenza se combate eficazmente tomando aspirina con fenacetina. De venta en todas las farmacias”, fue el promo que Bayer publicó en periódicos entre septiembre y octubre, registrándose, para el 19 de septiembre de 1918, que el “trancazo” se había diseminado en todo el país, produciendo decenas de infectados por día, con alarma sanitaria en Santa Ana y Santa Tecla.


El Consejo de Salubridad de El Salvador dispensó 5,000 pastillas de quinina, pero los habitantes mostrarían su inconformidad por sus pobres efectos y a que los medios dejaron de hablar de la gripe desde noviembre para enfocarse en las próximas elecciones, a pesar de que se contaban con 98 adultos y 45 niños, casos nuevos, por día.
Con el pasar del tiempo se evidenciaría que la influenza salvadoreña en realidad era el mismo virus de la gripe aviar, una cepa A H1N1 con capacidad de multiplicación de 50 veces en un día y de 39 mil veces tras cuatro días de infección, que dejó más de 40 millones de fallecidos en todo el mundo entre 1918 y 1920. Un poquito de historia nos obliga a reflexionar. ¡Hasta la próxima y no abandonen la mascarilla!!

Médica, Nutrióloga y Abogada
Mirellawollants2014@gmail.com

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