Greta Thunberg

Sea como sea, la cruzada ecológica de Greta está teniendo efecto: tanto en el Parlamento Europeo, como en muchos países de la Unión Europea, el voto joven está haciendo que los políticos de los llamados partidos Verdes, vayan poco a poco ganando escaños.

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Por Carlos Mayora Re

2019-08-03 4:30:41

Si usted está preocupado por las consecuencias mediatas e inmediatas del llamado cambio climático y se informa al respecto, es seguro que conoce a Greta Thunberg: una adolescente sueca de dieciséis años de edad que se ha convertido en el símbolo de los jóvenes que se enfrentan a los gobiernos, demandando acción para frenar —o al menos paliar— el cambio climático y sus consecuencias para la humanidad.

Comenzó a llamar la atención en su Suecia natal, cuando decidió dejar de asistir a clases hasta conocer el resultado de las elecciones en septiembre de 2018. Todos los días se instalaba frente al Parlamento sueco con un cartel que ponía “huelga escolar por el clima”. Después de las elecciones, continuó sentándose frente al Parlamento sueco cada viernes y poco a poco fue contagiando más adolescentes para que la acompañaran. ¿Su propósito? Obligar al gobierno para que pusiera en práctica los acuerdo firmados en la Cumbre del Clima en París, en 2015.

A las huelgas de cada viernes, siguió publicar una conferencia en un TEDx, discursos en la Conferencia de Naciones Unidas, en el Parlamento Europeo y en el Foro Económico Mundial. A la fecha ha logrado que más de veinte mil jóvenes se manifiesten haciendo huelgas escolares en casi doscientas cincuenta ciudades alrededor del mundo.
Greta nos es una teórica del tema, ni una científica; tampoco es una dirigente política. Y, precisamente en esas cosas que “no es” radica su encanto: encarna la movilización espontánea de una generación de jóvenes cuyas acciones intentan confrontar la pasividad de los Estados frente al cambio climático.

No es la primera vez que aparece una adolescente como abanderada de una cruzada ecológica: ya lo hizo Severn Cullis-Suzuki en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, cuando con doce años de edad fascinó a la audiencia con su posición de lucha por la Madre Tierra. Es una receta que, al menos mediáticamente, funciona.
Greta tiene, además, la ventaja de no entrar en discusiones científico-ecológicas: no es su campo. Su activismo, un tanto catastrofista, para decirlo todo, se basa más en predicciones apocalípticas que en realidades. Sin embargo, en un mundo acostumbrado a preocuparse y a reaccionar al menos moralmente, por problemas que se salen del control del ser humano, quizá la actitud agorera de Greta es lo que se necesita para crear más conciencia de la importancia de cuidar la naturaleza y salvaguardar el medio ambiente.

De hecho, cuando se le confronta con datos suele echar mano de la ironía, como cuando dijo a los diputados franceses en la Asamblea Nacional que le reclamaban más seriedad, más ciencia, en sus planteamientos: “No están ustedes obligados a escucharnos; pues al fin y al cabo, solo somos niños”… Que, bien mirado, quizá es una forma efectiva de enfrentarse ante los extremismos ecológicos: tanto el de los escépticos acientíficos, como el de los fundamentalistas fideístas.

En medio de esos dos extremos, sin embargo, la ciencia no logra ponerse de acuerdo. En las sucesivas conferencias internacionales, como la última realizada en 2018 en Polonia, es frecuente que los Estados no se decidan a adoptar políticas concretas para reducir las emisiones de dióxido de carbono, por poner un ejemplo de una de las tantas recomendaciones destinadas a atajar el problema.

Sea como sea, la cruzada ecológica de Greta está teniendo efecto: tanto en el Parlamento Europeo, como en muchos países de la Unión Europea, el voto joven está haciendo que los políticos de los llamados partidos Verdes, vayan poco a poco ganando escaños. Aunque, todo hay que decirlo, hay quienes piensan que el aumento en los votos de los jóvenes se debe no tanto a su inclinación ecológica, como más bien a su desafección respecto a los políticos y a los partidos tradicionales.

Ingeniero

@carlosmayorare