El fin de la línea

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2021-05-06 5:56:41

El 1 de mayo de 2021 fue el fin de la línea en el largo proceso de democratización del país. El poder político del país quedó en las manos, no de un grupo, no de un gremio, sino de una sola persona. La última vez que el país estuvo en esta situación fue en el Siglo XIX, cuando reinaban, brevemente, los viejos caudillos de esa época.

Fue en esos tiempos que el camino de la democratización comenzó. No fue un camino recto, ni uno sin interrupciones. En realidad, en sus idas y venidas, el país más bien pareció estar imitando el camino de Sísifo, el personaje mítico griego.

Como consecuencia de que repetidamente enojó a los dioses, Sísifo fue condenado a pasar la eternidad empujando una enorme piedra hasta la cima de una montaña, sólo para verla rodar de nuevo al valle y tenerla que empujar nuevamente hasta la cima, en un ciclo eterno de esfuerzos sin sentido. El Salvador ha actuado y re-actuado el mito de Sísifo por casi dos siglos. La subida de la piedra es el trabajo que cuesta crear una sociedad ordenada y democrática. Es un trabajo que nunca termina en ningún país, desarrollado o en desarrollo. Lo que diferencia a los desarrollados de los subdesarrollados es que los primeros no han dejado que la piedra caiga. Pueden haber tenido contratiempos, luchas, puede que la piedra haya dejado de subir, pero no ha caído. Cada vez que han vuelto a empujar, es desde el nivel más alto al que habían llegado.

Esta perseverancia ha dado grandes ventajas a los países desarrollados. Cuando la piedra retorna a la llanura, el trabajo de reordenar y reconstruir la sociedad destruida debe empezar de nuevo y las ganancias que ya se habían hecho y perdido hay que volverlas a obtener. Esa es la maldición de Sísifo, que los países desarrollados no tienen y la América Latina sí. El régimen caudillista, por supuesto, volvía peores los vaivenes, por supuesto, ya que éstos eran determinados por los deseos arbitrarios de una sola persona.

Esta misma arbitrariedad, sin embargo, llevó al fin de los caudillos. Los regímenes en los que un caudillo civil apoyado por militares fieles a él tomaba decisiones arbitrarias, sin consultar con nadie, fueron desapareciendo cuando los militares fueron descubriendo que no necesitaban al caudillo si ellos controlaban la fuente del poder, que eran las armas. Poco a poco, los militares se fueron moviendo hacia una primitiva institucionalización del poder, que tenía tres reglas básicas. Una, el poder iba a estar siempre en manos de los militares. Dos, el presidente y los puestos más altos serian electos por votos de los militares, basados en ciertas reglas de elección. Tres, una vez trascurrido el período presidencial, todos los que habían mandado en él se retiraban de la política.

Con esta institucionalización, las decisiones se volvieron más razonables por ser compartidas. Con el tiempo, se fueron generando pasos intermedios de progreso que detenían la piedra antes de llegar a los niveles más bajos y primitivos de la llanura. Caía, pero no tanto, y cada vez se ganaba algo.

La penúltima etapa de este proceso se dio al final de la guerra, con los Acuerdos de Paz, que crearon una verdadera democracia. En esta etapa se crearon instituciones de diversa solidez que, con problemas y muchas dificultades, hicieron que la democracia funcionara por primera vez en el país, con separación de poderes. Algunas de estas instituciones, como las que han manejado las elecciones y la Sala de lo Constitucional, han funcionado mucho mejor de lo que nadie podría haber esperado en la época en la que las elecciones eran amañadas, o cuando la Sala de lo Constitucional aprobaba todo lo que hacía el gobierno. Hasta este momento, ha habido libertad de prensa, aunque cada vez con más dificultad. Hasta que el 1 de mayo, de un golpe, regresamos al régimen de un solo caudillo que maneja el país sin consultar a nadie. La piedra cayó más abajo que nunca, al nivel del Siglo XIX.

Uno puede preguntarse, ¿quién pagará por esto? Trágicamente, la respuesta está en otra pregunta: ¿Quién eligió a los políticos sino la misma gente? Tristemente, la justicia de las consecuencias hará que esta caída, como siempre, la pague el pueblo, que creó las condiciones para que este golpe se diera. Y será muy cara. Y llevará a muchas emigraciones.

Máster en Economía

Northwestern University