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Friné, la divinidad al desnudo

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Por Carlos Balaguer |

Friné fue una cortesana griega de increíble belleza, a quien –según las crónicas—tomó Praxiteles como modelo para sus estatuas de la diosa Venus. Acusado de blasfemia, se dice que el célebre escultor heleno la desnudó ante el jurado para demostrar que sólo una belleza igual podría representar a la divinidad. En ese preciso instante habría develado la escultura de dios ante los jueces puritanos. Así –acusada de impiedad por los heliastas—la bella Friné fue absuelta en consideración a su belleza. En aquel entonces el tribunal popular de Atenas se reunía en una plaza pública vecina del Ágora. Según los cronistas, sus miembros eran sorteados entre los ciudadanos y recibían un sueldo de tres óbolos (pesos de la antigua Grecia). Dicen que la belleza está en los ojos de quien la mira. El célebre imaginero griego pudo descubrir en la bella cortesana, la misma belleza universal de la diosa. Es decir, volvió diosa a Friné, al coronarla con la estrella de la deidad del amor, para el mundo antiguo y –para gloria del arte—para el mundo moderno. Jugando a ser un dios, el artista trata de emular con maestría la misma obra divina, explícita en la belleza de la Creación. El escultor da la suavidad de la piel al duro y frío mármol, descubriendo su belleza interior, anima a la figura inerte de su sueño de piedra. El mismo sueño que se convierte en modelo de perfección y armonía. Así Friné, la musa desnuda, se convirtió en un sueño de mármol y el mármol soñó ser la bella patricia. <palabrasbalaguer.facebook.com>              

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