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La guerra sin país

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Por Carlos Balaguer |

Son ellos: los apátridas migrantes. Sin tierra en su propia tierra, sin paz y sin futuro. En guerra contra el tiempo, la miseria, contra dios y el mismo destino. Es decir, huyen de una guerra sin país. Por ello emigran, buscando en su éxodo una patria extraña que les acoja y abrigue. Muchos de ellos, llevando en su piel el tatuaje del crimen y en el alma cicatrices -igual de imborrables como el mismo tattoo-. La historia o el destino les hizo perder su suelo y hasta su nombre, que sustituyen con un alias en el teatro de sombras del hampa y el anonimato. “¿De dónde vendré? -preguntarán. De un sueño remoto. Traigo roto el amor. Soy de allá; de algún lugar. Soy de un sol sin edad, que ha quedado atrás.” Algunos no logran escapar de su destino, al medio de esas guerras sin país. Y terminan en la mazmorra o en una fosa clandestina, sin cruz, flores ni epitafios. Sin nadie que les extrañe porque mueren sin nombre ni gloria. Como mueren los sueños y fantasmas. A muchos la noche de la historia convirtió en lobos. No lobos de un poema, ladrando a la luna o cazando ciervos… Su luna negra les transformó en lobos del hombre; sin selvas vírgenes, sino en el desierto de las urbes de la historia. Otros parten como Juan sin Tierra y sin lugar tras de una estrella. Dejando atrás la guerra y los hombres sin país. <“El Espantapájaros sin Paraíso” C. Balaguer-Amazon>

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