Remordimientos, nostalgia, tristeza, desaliento. Todo eso causa los errores del pasado. ¿Qué hacer con tan pesada carga? El mismo hombre nace condenado al error, cuando no al “pecado” cristiano de San Gregorio. Lo peor del caso es que no podemos regresar en el tiempo ni desandar los caminos andados, para remediar lo hecho, que dicho de paso “hecho está”. Es implícito a la naturaleza humana el equivocarse, pero también corregir. Lo sentenció en su época Séneca -el joven: “Errare humanum est, sed perseverare diabolicum”: “Errar es humano, pero perseverar (en el error) es diabólico” -sostuvo. Ya no podemos reescribir el texto del pasado, sino escribir el porvenir con fe, sabiduría y amor. Dejar a un lado del sendero el inútil lastre de las culpas y tropiezos pasados, para reiniciar -animosos y ligeros de equipaje- la marcha al futuro. El escritor Luis Homero nos dice: “Si usted…fue malo, pero se volvió bueno; fue infiel, pero se volvió fiel; fue desleal, pero se volvió leal; fue tirano, pero se volvió justo; fue enemigo, pero se volvió amigo; fue vanidoso, pero se volvió sencillo; fue arrogante, pero se volvió sereno; fue orgulloso, pero se volvió humilde; fue deshonesto, pero se volvió honesto. Entonces, en vez de lamentarse por su pasado, aproveche para vivir bien su tiempo presente”. (Libros Balaguer: Librería UCA y La Ceiba)
La triste carga del ayer
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