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Ideas riesgosas y “radicales”

Los factores sociales que determinan la radicalización son la dispersión de la responsabilidad, desplazamiento de ésta bajo obediencia y desindividuación mediante la pérdida de identidad personal. Los factores internos derivados de un reajuste cognitivo que desinhiben estas conductas radicales pueden ser factores perceptivos de desconfianza en los sistemas políticos, e incremento de prejuicios, estereotipos y la autoeficacia para conseguir modificar las cosas.

Por Óscar Picardo Joao

El radicalismo, en sentido clásico, es un movimiento reformista, liberal o progresista de los siglos XVIII y XIXque surge como respuesta al conservadurismo de Gran Bretaña. La etimología del concepto proviene del latín radix, que significa “raíz”, relacionado con “principio”, “fundamento”, “causa” o “razón primera” de las cosas. En Latinoamérica conocimos grupos radicales, anarquistas y extremistas de izquierda en los años 60 y 70. 

Pero en este artículo no nos referimos a la historia de las ideas políticas sino al fenómeno del radicalismo desde la perspectiva de la psicología social y desde el enfoque de la “identidad social” de Tajfel: “La concepción que los individuos tienen de sí mismos está en parte determinada por su pertenencia a ciertos grupos o categorías sociales y el valor que éstos otorgan a dicha pertenencia”. 

Las investigaciones sobre “Humor social y político: cosmovisión e ideología”, “Síndrome de adaptación paradójica” y “Satisfacción vicariante” nos están abriendo paso para realizar experimentos sociales y construcciones teóricas para comprender las conductas políticas contemporáneas.

Uno de los fenómenos más comunes que observamos en la cotidianeidad de las redes sociales es el “radicalismo”; en otro artículo ya habíamos escrito sobre el “fanatismo”: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/psicologia-/976085/2022/  

No obstante, el radicalismo implica un paso más adelante y un “compromiso” conductual que conlleva otras implicaciones más sofisticadas de la mente humana. La radicalización es un proceso mediante el cual los individuos, a menudo jóvenes, pasan de apoyar puntos de vista moderados de la corriente principal a apoyar puntos de vista ideológicos extremos.

Tratando de responder a la pregunta, ¿qué motiva a individuos “normales” para convertirse en radicales? Webber y Kruglanski (2017) proponen que la respuesta se haya en la intersección de tres fuerzas psicológicas a las que denominan las 3N (Needs, Narratives, and Networks): 1) las necesidades o motivación del individuo, 2) las narrativas ideológicas de la cultura del individuo, y 3) la interacción entre la presión grupal y la influencia social que ocurre dentro de la red social del individuo.Profundicemos…

Necesidades: La búsqueda de significado -y el sentido de pertenencia- se refiere a la necesidad de las personas de marcar la diferencia, importar, ser alguien. Así, la búsqueda de significado sería una fuerza motivacional general, más allá de la mera supervivencia, que integra diferentes motivaciones como el honor, el estatus social, la venganza y la lealtad. Ha sido reconocida por los psicológicos teóricos bajo diversas etiquetas tales como competencia, logro, autoestima, dominio y motivación de control. Lo crucial es que la influencia, la estima, la competencia, el logro o el control se definen social o culturalmente. 

Narrativa: La segunda fuerza psicológica es la narrativa cultural o equipaje ideológico. Los individuos cuentan con una lista de medios culturalmente determinados que están socialmente compartidos y enraizados en una ideología a la que su grupo se suscribe. La ideología es la que identifica los objetivos y los medios apropiados para alcanzarlos. De este modo, la reacción depende de la norma cultural que sea relevante en cada situación. Si las normas prosociales son salientes, las personas se comportarán de forma más prosocial. 

Networking: La red social se refiere al grupo de personas que se suscriben a la narrativa. Su manera de contribuir a la radicalización individual es doble. Por un lado, el contacto con dicha red hace que la narrativa justificadora de comportamientos inadecuados se haga cognitivamente accesible para los sujetos. Por otro lado, el apoyo de la red a la narrativa la valida y sirve como prueba de su veracidad y solidez. La validez de la ideología justificadora de actitudes radicales se desmoronaría si no se compartiera de manera consensuada dentro de un grupo más grande. Mantener la fe en estas ideologías, como con todos los sistemas de creencias, requiere una validación consensuada.

Las necesidades están dadas por ciertos entornos difíciles o desfavorecidos -pobreza, postguerra, apartheid, etcétera-; las narrativas se construyen con maquinaras de propaganda, marketing, comunicaciones y manipulación, diseñando respuestas para modificar los esquemas ideológicos; las redes o networking son encadenamientos sociales jalonados por ciertos actores políticos, liderazgos o compra de voluntades. 

Pero además de las teorías de Webber y Kruglanski podríamos identificar otros triggers que generan respuestas cognitivas radicales en nuestra cultura política latinoamericana: a) Un favor de lealtad política: cuando recibimos favores clientelares o cargos en estructuras gubernamentales; b) idealismo ignorante: cuando se genera una relación de admiración sin sentido o justificación; c) soteriología política: cuando hay una visión salvífica o mesiánica centrada en un personaje; d) sumisiones socio-económicas: reafirmaciones clasistas de superioridad; e) jerarquía de violencia: cuando se desarrolla una relación encadenada de superioridad por magnitud de la violencia; entre otras.

Desde este anterior punto de vista, los radicales conforman líneas concéntricas de poder, sucesión o cercanía, aspirando a defender, proteger o acercarse al nodo fundamental.

El radicalismo termina en una especie de “fundamentalismo”, una especie de actitud literal, rígida y leal; ciega a otros puntos de vista, y férrea defensora de ciertas ideas; no importa que se presenten argumentos, evidencias, es un asunto casi de fe…

El análisis de las manifestaciones de radicalización política en diferentes contextos permite diferenciar una serie de rasgos comunes: a) suele estar integrada dentro de una estrategia mayor (está al servicio de esa causa); b) aparece ligada a otras iniciativas con objetivos idénticos o muy parecidos de carácter pacífico; y c) es menos frecuente que otras acciones o instrumentos de cambio político como la propaganda, la lucha electoral, la concurrencia política o las manifestaciones.        

Los factores sociales que determinan la radicalización son la dispersión de la responsabilidad, desplazamiento de ésta bajo obediencia y desindividuación mediante la pérdida de identidad personal. Los factores internos derivados de un reajuste cognitivo que desinhiben estas conductas radicales pueden ser factores perceptivos de desconfianza en los sistemas políticos, e incremento de prejuicios, estereotipos y la autoeficacia para conseguir modificar las cosas.

Mantener en el tiempo un grupo radical no es una tarea sencilla; se necesitan recursos materiales y alimentar ciertas ideas, doctrina, identificar amenazas y enemigos, culpables, activismo físico o digital, simbología, etcétera. Por otro lado, la radicalización ideológico-política constituye un elemento inherentemente vinculado a la polarización de la sociedad y su respectiva interpretación, generando crisis, situaciones difusionales, enfrentamiento de colectivos y represión. Todo esto parece un espejo…  

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

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