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La maldad del hombre

Vivimos en un mundo donde lo bueno parece ser lo malo y se convierte la maldad que se ejecuta en las calles, en esa violencia irracional donde se llega a extremos de matarnos por un parqueo y la sociedad salvadoreña guarda silencio.

Por Ricardo Lara
Médico

Jamás imaginé vivir la maldad que impera. Quizá toda persona cree en un mundo surrealista, donde los valores imperan; sin embargo, en la medida que envejecemos nos damos cuenta de que la maldad siempre ha existido y tiene tantas ventajas ant. Y es que la maldad se puede disfrazar de tantísimas formas como es el egoísmo, la traición, la tortura, la mentira, el robo, el asesinato y la peor forma de maldad es aquella que se ejecuta en el nombre de Dios y muchos la aceptamos como normal cuando es ésta la que mata familias, honores, valores y la fe del hombre en el mismo hombre.


El mundo no es el que en mi imaginario existe, no. El mundo está poblado de una maldad tan inimaginable que poco importa Dios, todo se resume en una codicia sin límites del ser humano; acá apenas reparamos sobre el conflicto bélico que se desarrolla entre Rusia y Ucrania. Los muertos solo son frías estadísticas y me parece a bien recordar a todo el personal de salud que falleció víctimas de la pandemia #Covid_19 que aún a este momento, ya nadie parece recordar.


Tenemos, por un lado, la maldad extrema, y por el otro, está la maldad cotidiana. La primera es aquella que se ejecuta con la intención de provocar el mayor daño posible, tal es el caso de los exterminios durante las guerras mundiales; sin embargo, quizá desde el punto de vista moral y religioso sea la maldad cotidiana la que se lleve las palmas, pues es aquella que se caracteriza por la misma pasividad de una población y tristemente es lo que estamos viviendo, una sociedad en extremo pasiva que, ese silencio la convierte en cómplice del malo.

No imaginé que dejaré un mundo cruel e inhumano a las futuras generaciones se aprecia que la parte religiosa no tiene peso en el ejercicio de la maldad y tristemente es un recordatorio que grandes exterminios y torturas se ejecutaron en el nombre de Dios o de Alá, es una durísima realidad y deben sonar estas líneas al timbre de la Iglesia Católica que se ha dejado vencer y muestra inequívoca es la pasividad y silencio ante la maldad que sufre cada detenido.


Vivimos en un mundo donde lo bueno parece ser lo malo y se convierte la maldad que se ejecuta en las calles, en esa violencia irracional donde se llega a extremos de matarnos por un parqueo y la sociedad salvadoreña guarda silencio.
Día a día se lee en las redes sociales, sea el asesinato de una persona o la muerte de un detenido dentro de un centro penal, ambas tienen la calidad de maldad y tristemente no reparamos en la salud mental de la población, de esos hijos que pierden a sus padres víctimas de la maldad y se debe revisar la historia en forma imperativa y así darnos cuenta que nuestro país ha pasado de guerra en guerra, de conflicto en conflicto social y lo que vivimos ahora no es más que el reflejo de esa maldad que parece ser una semilla que crece en nuestro ADN.

Nadie pone atención a que, si no intentamos revertir tal maldad, de nada servirá la mejor educación que un niño o adolescente reciba, pues demostraría que la familia salvadoreña es en sí la que ejecuta la pasividad de la maldad, siempre queriendo evitar entrarle a la realidad, y lo debemos hacer por dura que sea pues se entiende que en vez de tener generaciones de jóvenes sanos, estamos criando generaciones de maldad.


¿Quiénes son los responsables de cambiar la maldad por bondad? No vale quejarse cuando esa maldad nos alcance. Aparece esta cita en las redes sociales: “Hay tanta maldad en el mundo, que los humanos ya no necesitan más de mis servicios dice el diablo con melancolía, mientras da la vuelta y se echa a dormir”. Y mientras tanto, ¿dónde esta #Karla?

Médico.

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