Shanksville

los pasajeros que vemos que nuestro vuelo va directamente a destruir nuestro país, nuestra República, nuestros valores (patrios, familiares, religiosos), nuestra Constitución, nuestra libertad, ¿tendremos el valor que tuvieron los 40 pasajeros del vuelo 93 de United Airlines, aquel 11/09/2001?

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Un pandillero  fue asesinado esta tarde a tiros al final del pasaje 1 de la comunidad La Labor 1 de Soyapango. Foto EDH/ Jessica Orellana

Por María Alicia de López Andreu

2021-10-29 6:25:13

Hay eventos que cambian al mundo. El 11 de septiembre de 2001 (mundialmente llamado “el 9/11”) fue uno de ellos, por su magnitud y su significado.

Para no olvidarlo nunca, en Nueva York se construyó un monumento extraordinario, exactamente donde se situaban las dos gigantescas torres derrumbadas por terroristas suicidas, que asesinaron a los pasajeros de dos aviones convertidos en bombas, así como a miles de personas que, en esos momentos, desempeñaban sus trabajos, sin imaginar jamás lo que sucedería. El gigantesco monumento, justamente erigido, servirá para recordar por siempre los nombres de quienes allí estaban y pudieron identificarse, incluyendo a policías, bomberos y voluntarios que ofrendaron sus vidas tratando de salvar las de otros. Y para añorar a otros desdichados desconocidos que, por encontrarse allí casualmente, hallaron también la muerte ese fatídico día.

Existe también otro monumento, mucho más sencillo y desconocido, situado en el municipio de Stonycreek, Pensilvania, a 2 millas al norte de Shanksville y a 60 millas al sureste de Pittsburgh. Es el “Flight 93 National Memorial”, erigido en recuerdo de los 40 valientes pasajeros que, ese fatídico 9/11 y a costa de sus propias vidas, impidieron que los terroristas que se habían apoderado del vuelo de United Airlines, cuya ruta era Newark/San Francisco, lograran su cometido para destruir el Capitolio.

Los pasajeros se alertaron cuando la tripulación fue dominada y terroristas armados de bombas les hicieron replegarse. Además, mediante sus celulares, supieron del atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Entonces, en vez de enloquecer de terror, los pasajeros analizaron sus alternativas: morir amilanados, destruyendo con ellos a parte de su nación, o morir tratando de salvarla. George Weigel (ReL, 27/10/2021) lo describe así:

Les tomó menos de 20 minutos a los pasajeros del vuelo 93 decidir que mejor se arriesgarían a morir como hombres y mujeres libres, que morir sometidos y cautivos por terroristas, cuya finalidad era una destrucción masiva. Cualesquiera fueran sus diferencias de sexo, raza u opiniones políticas, hubo unidad absoluta en su determinación por prevenir una cuarta catástrofe ese 11/09/2001.

Y actuaron. Todos. Dominaron a los terroristas y, a 563 m.p.h., se precipitaron a tierra, en Shanksville, muriendo instantáneamente y salvando el Capitolio.
Eso conmemora el monumento de mármol blanco que tiene grabados los nombres de los heroicos pasajeros. El de Lauren Catuzzi Grandcolas añade en letras más pequeñas: “Y su hijo no nacido”.

Esta heroica historia sucedió hace 20 años, es decir, hace una generación. Si eso sucediera hoy, ¿las personas reaccionarían con igual patriotismo? ¿O tratarían de negociar sus vidas, ofreciendo incluso traicionar a su país, pactando cualquier barbaridad, convirtiéndose al credo de los terroristas? Porque la calidad humana, es muy triste reconocerlo, se ha deteriorado muchísimo.

Y esto, finalmente, me ha llevado a pensar sobre nuestro propio caso: porque hemos oído a más de algún servil funcionario proclamar que “nuestro país es un avión y que vamos de maravilla, que alcanzaremos destinos jamás soñados”, porque nuestro piloto es, ni más ni menos, que el Confeso Dictador.

Pregunto: los pasajeros que vemos que nuestro vuelo va directamente a destruir nuestro país, nuestra República, nuestros valores (patrios, familiares, religiosos), nuestra Constitución, nuestra libertad, ¿tendremos el valor que tuvieron los 40 pasajeros del vuelo 93 de United Airlines, aquel 11/09/2001?
Tomemos ejemplo. Porque hoy, nuestro país requiere de nuestro heroísmo.

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