Escoba nueva barre bien

El peor enemigo del presidente está en el espejo y en el juvenil deseo por querer hacer las cosas rápido. Eso lo lleva a saltarse algunas trancas. Este peligro no es desdeñable, sobre todo, si no mantiene cerca de sí a alguien de su entera confianza cuya misión sea hacerle poner coto a la nefasta inercia del encumbramiento personal al que todos los dirigentes están expuestos. Su mejor defensa residirá en mantener una conducta de funcionario: es decir, mostrando respeto irrestricto a la Constitución

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Por Jorge Alejandro Castrillo

2019-09-13 9:06:57

Recuerdo bien el momento en que la Iglesia Católica decidió hacer aún más pecadores a sus fieles: si ya pecábamos, cuando se agregó el pecado por omisión, pecamos aún más. Por eso imagino a los ex-jerarcas del FMLN y de ARENA, postrados de rodillas pidiendo perdón no sé ante quién: “Porque he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”. Mucho del éxito que el presidente Bukele consigue en las encuestas se debe a los pecados —de pensamiento, palabra, obra y omisión— de estos partidos. Recuerdo también con claridad que voces valientes se los advirtieron en su momento. Con el perdón de las feministas a ultranza por la frase que usaré, creo que se ve mal que ahora “lloren como mujeres lo que no pudieron defender como hombres”.

Debido a que minimiza la autoridad, criterio e iniciativa personales de los subordinados, personalmente me desagrada el estilo dictatorial de liderazgo, lo use quien lo use. Pero dado el vacío de poder en que se vivió los últimos años, no me cabe duda de que es uno de los elementos que más ha ayudado al presidente a subir en las encuestas: se lo percibe presente, actuante. dirigente. Le ayuda a él, pero a ninguno de los que contestan “Sus órdenes serán cumplidas inmediatamente, presidente”. Y se sabe —sin asomo de dudas— que el gobierno de una nación es cuestión de equipo. Hay que reconocer también, llegados a este punto, que el presidente fue exitoso en agrupar un gabinete que le ha ayudado eficazmente durante esta centena de días en el poder. Todos repiten el estribillo de cajero automático: “Trabajamos 24/7”. Cierto es que la juventud es una de las características más salientes del gabinete, pero no harán mal en consultar a algún médico experto en salud laboral: no son máquinas y se necesita que se mantengan funcionando bien por lo menos tres años más, no que se quemen a los seis meses.

Se lo acusa de ser efectista, de anunciar con bombo y platillo intenciones de obras que pueden quedarse en intenciones. Puede ser. Pero eso será pecado menor si consigue realizar las obras y gestiones anunciadas. Pocas veces, como ahora, se ha notado en la población en general, y en actores relevantes de la sociedad, el sincero deseo que le vaya bien al gobierno.

Habiendo leído el “Plan Cuscatlán”, una duda que abrigué era si serviría de guía para el funcionamiento posterior del aparato del estado. Con mayor razón lo dudaba teniendo en cuenta que el director de orquesta era una especie de “invitado externo”, que conocía poco el funcionamiento ordinario de todo el aparato estatal. Mis dudas se incrementaron cuando se negó a constituir comisiones de trabajo para “recibir” cada una de las carteras. Llegué a temer que los primeros seis meses se perdieran totalmente en la necesaria toma de contacto de sus funcionarios con la realidad institucional. Al contrario, una de los aspectos destacables —desde la llanura, que es de donde se hacen estas apreciaciones— es que parecen haber logrado una efectiva coordinación interinstitucional. Tengo para mí que esa fue la única clave del éxito aparente del proyecto “Ciudad Mujer” del antiguo régimen. Si eso se lograra en la cotidianeidad estatal, junto a una real modernización, se podría adelgazar al aparato estatal hasta dimensiones razonables.

Finalmente, algunas actuaciones parecen provenir de un pensamiento “fuera de la caja” que tanto sugieren ahora los consultores empresariales. No se ha mostrado mucha creatividad todavía, pero se advierte una fuerza de grupo por querer hacer las cosas, que parece estar rompiendo con la corriente de todos estos años de inacción.

El peor enemigo del presidente está en el espejo y en el juvenil deseo por querer hacer las cosas rápido. Eso lo lleva a saltarse algunas trancas. Este peligro no es desdeñable, sobre todo, si no mantiene cerca de sí a alguien de su entera confianza cuya misión sea hacerle poner coto a la nefasta inercia del encumbramiento personal al que todos los dirigentes están expuestos. Su mejor defensa residirá en mantener una conducta de funcionario: es decir, mostrando respeto irrestricto a la Constitución y a las leyes que ha jurado cumplir así como una honradez fuera de todo asomo de duda.

Al gobierno del presidente Bukele le ha ido bien en estos primeros cien días. “Escobita nueva, barre bien”, dice el dicho. Hay que felicitarlo y alegrarnos por ello. Pero le faltan aún otros mil setecientos veinticinco días, que es lo realmente importante, pues como bien dice la sabiduría popular “El mérito de una obra no está en empezarla, sino en terminarla”.

Psicólogo