La intimidación de las encuestas

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-11-20 5:56:54

Las encuestas se equivocaron espectacularmente en las elecciones de Estados Unidos. Predijeron que una avalancha demócrata iba a dejar aplastados no solo al presidente Trump sino que también al Partido Republicano, aumentando la mayoría que los demócratas tenían en la Casa de Representantes y dándoles el control del Senado con una substancial mayoría. Ninguna de estas cosas sucedió. El presidente Biden ganó sólidamente, pero por márgenes mucho menos amplios que los proyectados. En la Casa de Representantes, mientras que las encuestas dijeron que los republicanos iban a perder 20 curules, ganaron 10, un error de 30 puestos. Y la mayoría en el Senado se definirá en una segunda votación en Georgia.

Los errores de los encuestadores han sido espectaculares también en casos de senadores individuales, como con Susan Collins, senadora republicana por el estado de Maine. Por meses, todas, todas las encuestas dijeron que iba a perder por márgenes sustanciales y hasta dijeron por qué: porque siendo representante de un estado tradicionalmente demócrata, había votado por Brett Kavanaugh para la Corte Suprema, un nombramiento que había sido muy opuesto por los demócratas. Pero con todas las predicciones en contra, Susan Collins ganó confortablemente su reelección, con 9 puntos de ventaja. Así, pues, las encuestadoras se equivocaron sustancialmente, en el total y en los casos individuales.

Esto da para mucha reflexión en términos de lo que está pasando en la política de Estados Unidos (Trump perdió, pero no los demás republicanos), pero mi punto en este artículo no es la sustancia de las equivocaciones de las encuestas sino el hecho de que se den, y en casos muy importantes. Esta es la segunda elección presidencial en Estados Unidos que muestra un error tan grande. Todas las encuestas en 2016 decían que Hillary Clinton iba a ganar con un gran margen, y todo el mundo sabe lo que pasó. No solo ha pasado en Estados Unidos. En Inglaterra, en 2015, las encuestas habían pronosticado que los resultados iban a estar demasiado cercanos para poder decir quién iba a ganar. Cameron ganó la victoria más definida en más de dos décadas. Igualmente, las encuestas pronosticaron que el pueblo británico iba a rechazar el Brexit, y lo aprobó por 4 puntos, 52 a 48. Ha habido muchos otros casos en Europa y otros países desarrollados.

Estas experiencias tienen lecciones que deben aprenderse en países como los nuestros, que se impresionan tanto con las encuestas que creen que sus resultados son la imagen exacta de la realidad, en el momento en el que se hacen y por meses en el futuro. Así, aquí el presidente cita encuestas que lo favorecen para legitimar arbitrariedades y violaciones a la Constitución, como si las encuestas fueran un instrumento legal que justificara dichas violaciones (ni los votos en elecciones presidenciales las justifican) y como si fueran un reflejo fiel de la realidad cuando, como se vio claro hace un par de semanas en Estados Unidos, están sujetas a errores enormes, incluso cuando son hechas por los mejores del mundo.

El gobierno salvadoreño actual también usa los resultados de encuestas, algunas más dudosas que otras, muchas hechas o financiadas por el gobierno mismo, para intimidar a la oposición, afirmando que científicamente está ya demostrado que Nuevas Ideas y GANA ganarán las elecciones de diputados y que, por lo tanto, no vale la pena hacer oposición. Y muchos ciudadanos se desmoralizan y tratan de ya no hacer oposición porque, según ellos, ya no vale la pena.

Los salvadoreños no deberían intimidarse. ¿Se imaginan lo que les hubiera pasado a los candidatos republicanos al Congreso de Estados Unidos que ganaron diez puestos más si se hubieran declarado vencidos porque todas las encuestas decían que iban a perder veinte? ¿Y si los partidarios de Susan Collins se hubieran retirado pensando que la iban a aplastar? Después de todo, el presidente Bukele, a quien las encuestas le daban una mayoría del electorado, ganó la presidencia con sólo el 27% de éste. Logró hacerlo sólo porque ese 27% se convirtió en mayoría de los votos efectivos porque cerca de la mitad del electorado no votó, debido a que muchos de los partidarios de los otros partidos se quedaron en casa como un castigo a sus organizaciones. No hay que repetir este error. Mucha gente pregunta qué puede hacer para evitar la instalación de una tiranía que ganó con el apoyo de sólo el 27% de los votantes. Muy fácil. Si no quieren votar por partidos, deben ir a votar por rostro, por los candidatos que más les atraigan.

Máster en Economía

Northwestern University