En defensa de la Ilustración

¿Cuál es el problema de mantener una visión pesimista del mundo? Por una parte, un problema es el fatalismo, pues con el fatalismo viene asociada la inactividad, esa inactividad resultante de creer que no vale la pena luchar; pero, por otra parte, el pesimismo también puede llevar a la radicalización.

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Por Carmen Aída Lazo

2019-10-28 3:59:35

En nuestro país, de cada 100 hogares, 59 vivían en pobreza en 1992, mientras que para 2018 dicha cifra se había reducido a 26 por cada 100 hogares. Un salvadoreño en promedio alcanzaba 4.1 años de estudio en 1992 versus una escolaridad promedio de 7 años para 2018. Una de cada cuatro personas era analfabeta en 1992 versus 1 de cada 10 personas en 2018. De los hogares, solo el 55% tenía acceso a agua por cañería en sus viviendas en 1992 versus 89% en 2018. En el mismo período, el porcentaje de hogares con energía eléctrica pasó de 72% a 97%. También la esperanza de vida al nacer aumentó, pasando de 66 años en 1992 a 72 años en 2018.
Hace unos días, el reconocido psicólogo cognitivo Steven Pinker presentó en nuestro país los hallazgos de su más reciente libro titulado “En defensa de la Ilustración”, en el que presenta una serie de estadísticas globales que evidencian las mejoras sustanciales en las condiciones de vida que ha logrado la raza humana en los últimos siglos. Desde el siglo XVIII, los niveles de violencia, pobreza y la prevalencia de enfermedades se han reducido dramáticamente; y al mismo tiempo, un mayor porcentaje de la humanidad goza de libertades políticas, tiene acceso a mayores niveles de educación y se garantizan de mejor manera sus derechos humanos. Esta visión de progreso del profesor Pinker ha hecho que muchos lo cataloguen como un optimista, a lo que él responde que más que optimista, él es realista, puesto que sus conclusiones sobre el avance de la humanidad las construye a partir de conocimiento objetivo, a partir de datos.
Pero Pinker, en su libro, va mucho más allá de solamente condensar una serie de estadísticas sobre la evolución de la humanidad para argumentar su notable progreso; él invita con elocuencia a que rescatemos y defendamos —hoy más que nunca— los ideales de la Ilustración, que han sido los responsables últimos del progreso de la humanidad. Estos ideales son: el humanismo, el debate abierto de ideas, el uso de la persuasión —en lugar de la coerción—, el pensamiento científico —en contraste con los dogmas, los mitos, la superstición y el pensamiento mágico—, en definitiva, la primacía y el respeto por la razón como medio para comprender nuestro mundo y encontrar soluciones a los problemas más apremiantes.
Pero, ¿por qué si la evidencia sobre el progreso material es tan contundente, la raza humana parece no reconocer dichos avances en este siglo XXI? ¿Por qué imperan el pesimismo y la percepción —en nuestro país y en el mundo— de que lo que estamos observando es un deterioro y no una mejora en las condiciones de vida? Pinker argumenta que nuestros sesgos cognitivos son en parte los responsables de esta desconexión entre hechos y percepciones. Los sesgos cognitivos son esos errores sistemáticos que todos cometemos a la hora de formularnos juicios de valor, tales como: generalizamos a partir de evidencia escasa o anecdótica, razonamos por estereotipos, sobreestimamos nuestro propio conocimiento, damos más importancia a la información que confirma nuestras creencias (sesgo de confirmación), nos afectan más opiniones y noticias si son negativas (sesgo de negatividad), atribuimos más importancia que la que corresponde a hechos que podemos recordar fácilmente (heurística de disponibilidad).
En última instancia, ¿cuál es el problema de mantener una visión pesimista del mundo? Por una parte, un problema es el fatalismo, pues con el fatalismo viene asociada la inactividad, esa inactividad resultante de creer que no vale la pena luchar; pero, por otra parte, el pesimismo también puede llevar a la radicalización.
Estar conscientes de la existencia de nuestros sesgos, recurrir a datos y evidencia para formular nuestros juicios de valor, son dos maneras de contrarrestar esa tendencia a la desesperanza. En palabras de Pinker: “Recuerde sus matemáticas: una anécdota no es una tendencia. Recuerde historia: el hecho de que algo no esté bien hoy no significa que estaba mejor en el pasado”. “Nunca tendremos un mundo perfecto y sería peligroso buscar uno así. Pero no hay límite a las mejoras que podemos lograr si continuamos aplicando conocimiento para que prospere la humanidad”.
Estoy segura de que los lectores encontrarán en este libro una fuente importante de información, perspectiva e inspiración, y les ayudará a entender el sitio que está ocupando Steven Pinker: sencillamente, uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo. Lo tiene muy bien ganado.

Economista, Decana de Economía y Negocios de la ESEN