Dejar que hable la ciencia

Al dar el voto a quienes pretenden despenalizar el aborto no sólo estaríamos primando incondicionalmente la libertad de las mujeres, sino que también debilitaríamos uno de los cerrojos que aseguran, desde la legislación, que la vida humana no termine por ser banal

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La senadora estadounidense Lisa Murkowski. Foto AFP

Por Carlos Mayora Re

2021-01-08 7:29:42

La presencia de un ser humano determinado por su genoma —diferente al de su madre y al de su padre—, alojado en el cuerpo de su progenitora como huésped que cuenta con vida propia (mas no independiente) y a la espera de lograr la madurez física necesaria para ser capaz de sobrevivir en el mundo exterior, no es un asunto definido por la moral o la religión, ni siquiera por aspectos técnico-jurídicos… Es un hecho suficientemente estudiado —y probado— por la genética, la embriología, la biología, la inmunología, la medicina, etc.
Considerar la exterminación de la vida humana intrauterina resulta entonces un contrasentido mayúsculo para cualquiera que comprenda la necesidad de respetar la vida como principio de todos los derechos y que entienda que salvaguardándola también se respetará por parte de terceros su propia vida, en cualesquiera circunstancias.
En estas semanas en las que se están presentando candidaturas para las próximas elecciones legislativas, hay quienes han escogido como parte de su plataforma la despenalización del aborto. Se ha dicho que considerar que no debe ser despenalizado, sólo se entiende como un asunto de creencias religiosas, de moral superada, de conservadores anclados en el pasado. Mientras que promoverlo, vendría a ser un asunto de derechos individuales, especialmente para las mujeres.
Algunos defienden el llamado “derecho” al aborto considerando quien habita en el seno materno no es un ser humano: porque no razona, porque no puede ejercer su libertad, porque no ha sido aceptado por la comunidad social o, incluso, porque no ha sido reconocido por su madre como un hijo… ¡Exactamente igual que un niño recién nacido, o que un anciano que no puede valerse por sí mismo! No saben, o se olvidan a propósito, que ser o no ser miembro de la especie humana no depende de la apariencia física, ni de las capacidades en acto, ni del reconocimiento social: es una condición intrínseca que reconoce la genética, y muestra el despliegue en el tiempo del principio inmanente que organiza el cuerpo para que haya vida humana.
Como escribe un reconocido pensador liberal: “Solo con base en un inadmisible acto de fe en la magia más rudimentaria puede sostenerse que diez minutos después del nacimiento [o en el momento de la implantación intrauterina, o a n número de semanas de gestación] estamos frente a un ser humano, pero no diez minutos antes. Como si antes del alumbramiento se tratara de un vegetal o un mineral que cambia súbitamente de naturaleza. Quienes mantienen que en el seno materno no se trataría de un humano del mismo modo que una semilla no es un árbol, confunden aspectos cruciales. La semilla pertenece en acto a la especie vegetal y está en potencia de ser árbol, mientras que el feto pertenece en acto a la especie humana y no está en potencia de ser persona [de hecho ya lo es], sino en camino de ser adulto”.
Vivimos en democracia y esto conlleva que se postulen candidatos de las más diversas tendencias de pensamiento. El problema no es que se propongan, sino que haya quienes voten desde la ignorancia. No todos tienen que ser expertos en medicina y embriología para saber a ciencia cierta qué proponen quienes propugnan la despenalización del aborto, pero sí saber que la vida humana comienza en el vientre materno y que reconocerla no depende de criterios ajenos a la ciencia.
Se ha escrito que la grandeza del ser humano radica en que somos capaces de reconocer la humanidad común de los demás, e incluirlos en nuestro alcance moral. Consideremos entonces que al dar el voto a quienes pretenden despenalizar el aborto no sólo estaríamos primando incondicionalmente la libertad de las mujeres, sino que también debilitaríamos uno de los cerrojos que aseguran, desde la legislación, que la vida humana no termine por ser banal, intrascendente.

Ingeniero/@carlosmayorare