El voto en tiempos de Twitter

Los usuarios de las redes, además de receptores de información, somos ahora los principales productores de ésta, información que está siempre a disposición de quien sepa leer entre bits.

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Por Carlos Mayora Re

2019-09-20 6:19:41

Internet y las redes sociales han introducido un cambio fundamental en la cultura. Están construyendo una nueva sociedad utilizando para ello no tanto el contenido de lo que se comparte se dice y comenta, sino la ingente cantidad de interacciones que se dan en Internet y la estructura social sostenida y conectada por medio de las redes de comunicación.

La tecnología asociada, con sus motores de búsqueda, la enorme cantidad de datos que el usuario “deja” en el hiperespacio cada vez que se conecta, las afinidades que se crean entre grupos de pensamiento y los vínculos —que por no ser físicos no dejan de ser reales— entre dichos grupos, etc. hacen que la realidad —y, por tanto la política— no pueda volver a ser lo que era.

Hablemos, por ejemplo, de la democracia como sistema de elección de gobernantes por medio del voto individual. Sería válido preguntarse ¿por qué votamos si sabemos que somos un voto más entre los de millones de conciudadanos? ¿Decidimos solos a quién vamos a otorgar nuestro voto o nos dejamos predisponer por los demás? ¿Influyen nuestras preferencias en las de los otros? Cuestiones que apuntan a una respuesta: votamos porque si bien sabemos que nuestro voto es uno entre un millón, los seres humanos somos gregarios (políticos) y nos vemos siempre inclinados a pertenecer a un grupo de personas que piensan, sienten, captan la realidad como lo hacemos nosotros.

Votar, además de expresar la propia opinión respecto a las preferencias políticas personales, es la manifestación de pertenencia por excelencia, por lo que saber hablar del modo adecuado a los grupos humanos ha sido siempre el secreto de un buen político… y también de demagogos.
Esto que apunto se ha sabido desde siempre. Sin embargo, con la colosal cantidad de información que las redes sociales ponen a disposición de cualquiera (cualquiera que tenga los medios tecnológicos y el conocimiento pertinente), hoy día es más efectiva la labor de reorientación del voto, elaboración de “opinión pública”, creación de filias y fobias respecto a personajes políticos, etc.

Todo a partir de un elemento nuevo: los usuarios de las redes, además de receptores de información, somos ahora los principales productores de ésta, información que está siempre a disposición de quien sepa leer entre bits. En Twitter por ejemplo, la gente habla como si lo estuviera haciendo en voz alta en un lugar público, con la intención de que todo el mundo sepa qué quiere decir o qué opinión tiene respecto de cualquier tema, con la diferencia de que el alcance de esos 140 caracteres va mucho más allá que el de la voz humana: puede ser mundial, sin exagerar, pues los seguidores de quien tuitea son a su vez seguidos por otros y todos tienen capacidad de retuitear lo que se dice, sin importar la pertinencia, veracidad, exactitud de lo dicho… y en muchos casos sólo considerando la oportunidad de lo manifestado.

La actividad de las personas en Twitter permite clasificarlas en distintos perfiles, considerando la frecuencia con que publica, la preferencia de los sitios web que acostumbra, las palabras más utilizadas, las corrientes políticas a las que se apunta, las que ataca, etc., proporcionando información muy valiosa a los analistas y técnicos, que aprenden cómo participan los ciudadanos en el debate público y pueden agrupar a todos por afinidad ideológica y/o intereses comunes.

Entonces, presenciamos una manera distinta de medir —además de orientar e influenciar— la opinión política: auscultar las redes sociales, que permite no sólo saber las opiniones generalizadas, sino también la conformación de los grupos de pensamiento, la imagen de los políticos en la red, los temas fugaces y los permanentes, la dinámica de grupos políticos y el impacto de lo que pasa en lo que se piensa, y viceversa.

Ingeniero@carlosmayorare