El reflejo de Bukele en Trump

Ni a Bukele ni Trump les importa la dignidad de los migrantes salvadoreños, ni el bienestar de la diáspora. Uno está dispuesto a firmar acuerdos incoherentes con tal de recibir el visto bueno del otro, que en sus discursos de campaña propone dispararle a los migrantes en las piernas para que no entren a “su” país.

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Raquel Avoleván, Alejandra Costa, Luiza Manga y Alejandra Ochoa son algunas de las famosas que se han pronunciado contra la violencia infantil. Foto EDH / Instagram

Por Héctor Silva Hernández

2019-10-11 6:19:28

El 22 de junio de este año, una foto desgarradora le dio la vuelta al mundo. La foto mostraba a una niña de casi 2 años y a su papá, de 26, boca abajo, muertos, en la orilla del río Bravo. Ese río que miles de salvadoreños cruzan todos los años en busca de sus sueños, se tragó los de Óscar y Valeria Martínez. Eran migrantes, pobres y salvadoreños. La reacción del Gobierno de El Salvador estuvo marcada por su repugnante decisión de obligar a Tania Ávalos, viuda de Óscar y madre de Valeria, a dar una conferencia de prensa minutos después de haber regresado de un viaje de más de dos meses que le había quitado a su hija y a su esposo. En un acto poco característico de su gestión, el Presidente Nayib Bukele reconoció el error y se comprometió a hacer todo lo posible por mejorar las condiciones en El Salvador para salvadoreños como Óscar y Valeria.

Han pasado un poco más de tres meses desde que Óscar y Valeria fallecieron. Muchas cosas han cambiado en ese tiempo: ahora El Salvador es prácticamente un Tercer País Seguro, a través de un acuerdo que nos compromete a recibir las solicitudes de asilo que la administración Trump no quiere. El país que hace algunos meses expulsó a Óscar y a Valeria dice, a través de este acuerdo, que está listo para recibir migrantes en busca de asilo. Lo dice en Nueva York, mientras le sonríe a Donald Trump. Algunas cosas, sin embargo, siguen igual: los 190,000 salvadoreños amparados por el TPS siguen en la incertidumbre, sin saber si el programa será renovado o si podrán permanecer en Estados Unidos después de su vencimiento en enero. El panorama para lo tepesianos es complejo, ya que la administración Trump rechazó la petición del gobierno salvadoreño de extender el programa.

El Presidente del país que expulsó a Óscar y Valeria se reunió con el Presidente del país que buscaban. Se reunieron en Nueva York, el 25 de septiembre, en el marco de la 74 Asamblea General de las Naciones Unidas. Como bien lo comprobó el mismo Presidente Bukele al final de su reunión, las comparaciones entre él y el Presidente Trump son inevitables. “Los dos usamos Twitter un montón”, dijo Bukele. Las comparaciones, sin embargo, van más allá de la gobernanza digital.

El martes 24, un día antes de su reunión con el Bukele, Trump había sido oficialmente notificado por el Congreso de su país sobre una investigación en su contra que podría terminar en su eventual destitución como Presidente de los Estados Unidos. A Trump lo acusan de utilizar la Presidencia para avanzar sus intereses políticos. En sus declaraciones previas a la reunión con Bukele, el presidente Trump dijo que todos los alegatos en su contra son falsos y que todo se trata de un complot entre los medios de comunicación y la oposición política para desacreditar su gestión.

El espacio entre Bukele y Trump, que hasta hace algunos meses se refería a El Salvador como un “agujero de mi…”, es un reflejo. Ambos capitalizaron el hartazgo ciudadano como parte de su narrativa política. Ambos identifican y crean enemigos que utilizan como combustible para su narrativa populista. Los enemigos de Bukele consisten en cualquier persona o institución que esté dispuesta a disentir. Los enemigos de Trump son, también, los que están dispuestos a disentir, aunque estos toman un rol secundario a los migrantes a quienes se califica de “violadores y criminales”. A ninguno parece agradarle la separación de poderes y ambos están dispuestos arremeter contra los órganos Legislativos y Judiciales cuando estos no se alinean a favor de su proyecto político.

La similitud más lamentable, sin embargo, es que, por lo que han mostrado hasta ahora, ni a Bukele ni Trump les importa la dignidad de los migrantes salvadoreños, ni el bienestar de la diáspora. Uno está dispuesto a firmar acuerdos incoherentes con tal de recibir el visto bueno del otro, que en sus discursos de campaña propone dispararle a los migrantes en las piernas para que no entren a “su” país.

La política exterior salvadoreña debe tener como prioridad avanzar los intereses de los salvadoreños, no los de la administración Trump. Trabajé en restaurantes y hoteles, sirviendo mesas y arreglando camas con migrantes salvadoreños y el reclamo es claro: la diáspora ya no debe ser un instrumento para financiar campañas, sino que debe ser escuchada e incluida como parte del proceso de toma de decisiones en la construcción del país que queremos.

La imagen frente al espejo no siempre es agradable, pero es necesario verla para cambiarla.

Director de Juventud de Nuestro Tiempo.