El pinche poder

El pinche poder tiene eso: cuando el que manda no tiene barreras e identifica su voluntad con la ley, el uso de la difamación desde tribunas oficiales y el linchamiento mediático de los adversarios y opositores se pone a la orden del día

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El momento protagonizado por Javonte Darion Alexander, de 22 años, fue registrado por cámaras de seguridad

Por Carlos Mayora Re

2019-10-05 11:28:52

Cuando un gobernante tiene la mayoría en el Congreso, un apoyo mayoritario de la población y el control total de los medios de comunicación, como sucede a AMLO, la sensación de que se puede hacer todo lo que el presidente quiera, y de que todo lo que se puede se tiene que hacer, se instala en los círculos de poder.

Es un sentimiento de satisfacción y auto suficiencia que se ve reflejado no sólo en lo que el gobernante dice, sino, principalmente, en lo que hace. Es un apoyo ciego de las mayorías (de comunicadores, de gente, de políticos lambiscones) que fue descrito por el ex gobernador de Veracruz, cuando dijo que AMLO estaba en “la plenitud del pinche poder”. Una plenitud que le permite al presidente organizar a diario conferencias matutinas en las que dice, ataca, denigra, “explica” lo que le viene en gana… siempre frente a la fiel claque que funciona como gran caja de resonancia en las redes sociales, para diversión de muchos y vergüenza de pocos. Conferencias en las que aprovecha para pedir, por ejemplo, a los comerciantes que protejan sus negocios de las manifestaciones callejeras, pues desde el gobierno no se quiere reprimir a nadie… en una clara renuncia de las responsabilidades de gobernar.

Como escribe un analista respecto a esa plenitud, que lleva a los que gobiernan a gozar de privilegios y a rehuir responsabilidades; produce una situación en la que “les da vergüenza ser autoridad, les da pereza tener responsabilidades, les asusta tomar decisiones; ellos efectivamente quisieran estar marchando y lanzando piedras, gritando mentadas y prendiendo fuego a las librerías, eso es lo de suyo…”. Pero tienen que guardar las formas, y se inventan soluciones inverosímiles para nadar y guardar la ropa.

Cuando se está embriagado por la plenitud de poder se actúa irracionalmente, impulsivamente, incluso en asuntos de miles de millones de dólares, como en la cancelación de la construcción del aeropuerto de Ciudad de México: una decisión completamente arbitraria tomada por el presidente, a despecho de consideraciones económicas, técnicas, legales, etc. Una disposición que pone meridianamente de manifiesto que lo importante no es lo mejor, técnica o socialmente hablando, sino ganar, aplastar a quien no piensa como uno… con el aplauso y la rechifla de sus fans, que piensan que el poder no está para servir sino para usarlo, mostrarlo y avasallar.

Lo que comienza con un abuso de la palabra —abuso del tiempo que habla, de la dedicación que hacen a sus discursos los medios de comunicación, de la imposibilidad de contrastar sus afirmaciones o negaciones, o de la ausencia de dedicación de tiempo a otros actores políticos en los mismos medios, en particular de la oposición y sobre todo a los afectados por las peroratas presidenciales— termina logrando que el presidente y sus discursos ocupen casi todo el espacio público de discusión… y consiguiendo una sensación de su omnipresencia (que no de omni sapiencia, aunque casi), que redunda en un avasallamiento de los ciudadanos, cuyo cercano precedente ha sido el “Aló Presidente” del comandante Chávez.

La línea que separa el abuso de la palabra del abuso de poder está, paradójicamente, marcada por la palabra, y quizá por eso el presidente no tiene ningún reparo en cruzarla cuando deja de hablar de algo y pasa a hablar contra algo, e incluso cuando usa su tribuna mañanera para denunciar delitos que él personalmente “castigará”, saltándose frívolamente todas las instancias judiciales y consecuentemente los derechos de los ciudadanos afectados.

El pinche poder tiene eso: cuando el que manda no tiene barreras e identifica su voluntad con la ley, el uso de la difamación desde tribunas oficiales y el linchamiento mediático de los adversarios y opositores se pone a la orden del día y el Estado de Derecho termina siendo sólo una enorme arbitrariedad.

Ingeniero

@carlosmayorare