El pensamiento de grupo

La ortodoxia provoca que los humanos nos sintamos “premiados” al ajustarnos a la conducta y corriente principal que tiene el pensamiento del grupo. Somos promocionados dentro de la Iglesia, comunidad social, profesional o política a la que pertenecemos, reconocimiento que se incrementa en la medida en que no solo aceptamos y vivimos conforme la corriente principal de pensamiento, sino que contribuimos con argumentos alineados con la ortodoxia.

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Las visas temporales permitirán que salvadoreños puedan desempeñarse en tareas agrícolas en EE.UU. Foto EDH / Tomás Guevara

Por Max Mojica

2019-08-11 10:57:25

Muchos creen que la ciencia y la religión discurren por caminos diferentes, pero cuando ambas llegan a callejones sin salida, cuando ambas no logran explicar adecuadamente sus postulados recurren a un elemento que complementa sus explicaciones y disipa sus dudas: la fe.

Esa fe compartida, que se traduce en ideas comúnmente aceptadas, lleva a los humanos a generar una especie de acuerdo entre amplios segmentos sociales, religiosos, profesionales o científicos, que se conoce como la “corriente ortodoxa”. Esta se puede describir como un patrón dominante de pensamiento, incuestionable en gran medida y que, siendo comúnmente aceptada, se le considera como una verdad indiscutible. Una vez que esto ocurre, esa verdad se “institucionaliza”.

Cuando alguien se atreve a desafiarla mediante un pensamiento diferente, o mediante la emisión de un postulado que sostenga una hipótesis contraria, esa persona usualmente es atacada por la corriente ortodoxa y por tanto sufre el rechazo político, religioso o intelectual, que deriva en un ostracismo personal, profesional, económico o social.
A esta forma de reacción “defensiva” la he llamado “pensamiento de grupo”.

La ortodoxia provoca que los humanos nos sintamos “premiados” al ajustarnos a la conducta y corriente principal que tiene el pensamiento del grupo. Somos promocionados dentro de la Iglesia, comunidad social, profesional o política a la que pertenecemos, reconocimiento que se incrementa en la medida en que no solo aceptamos y vivimos conforme la corriente principal de pensamiento, sino que contribuimos con argumentos alineados con la ortodoxia.
Al actuar de esa manera, la ortodoxia se fortalece, crece, solidifica y se expande en mayores círculos sociales; hasta que, de cuando en cuando, existe un evento disruptor que rompe con ella. Para una mejor comprensión de mi idea, citare dos ejemplos: Galileo Galilei y Charles Darwin.

Galileo Galilei, astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, desarrollando las ideas astronómicas de Johannes Kepler y luego de construir él mismo su telescopio, publicó sus descubrimientos en marzo de 1610, en los cuales sostuvo una idea revolucionaria para la época: la Tierra no es el centro del universo, de hecho, no es el centro de nada.

Ni el Sol ni el resto de los cuerpos celestes giran alrededor de ella, tesis que asestó un golpe muy duro a la ortodoxia científica de tipo aristotélico predominante en la época, así como a la ortodoxia religiosa, ya que dicha afirmación desafiaba la verdad absoluta de la Biblia. Todo ello le valió a Galileo ser juzgado la Inquisición.

De igual forma, Darwin publicó en 1859 su obra “El Origen de las Especies”, en la que sostenía que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo desde un antepasado común, mediante un proceso llamado selección natural. La corriente ortodoxa establecía que los seres vivos, y por su puesto, el ser humano, provenía de una creación especial hecha por un ser divino. Las teorías de Darwin fueron, a su vez, en principio rechazadas por la ortodoxia religiosa, política y científica de la época.

Lo interesante de ambos casos, son los efectos que producen las ideas que rompen esquemas: al principio suelen ser cuestionadas y rechazadas, pero cuando esa idea llega a ser, a su vez, ampliamente aceptada, se convierten en la nueva “ortodoxia”, la cual se mantendrá como tal hasta que alguien más se atreva a desafiarla. Actualmente la teoría de la evolución de las especies y la teoría que la tierra no es el centro del Universo, son la nueva ortodoxia, pero ¿se mantendrán como tal en el futuro?

La sociedad, religión, ciencia o política, no son estáticas; viven en un ciclo en el que la ortodoxia le da paso a una idea disruptiva, que a su vez se convierte en una nueva ortodoxia, para eventualmente servir de plataforma para una nueva idea disruptiva, y así hasta el infinito.

La próxima vez que sientas que los “cimientos de tu mundo” están siendo cuestionados por una “nueva idea”, serénate y analiza, trata de escapar del “pensamiento de grupo”. Pregunta y cuestionada todo, lo viejo y lo nuevo, no vaya a ser que estés en el lado equivocado de la historia.

Abogado, máster en leyes. @MaxMojicae