El peligro de asomar la cabeza

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Las autoridades descubrieron que 67 alumnos de la ANSP eran pandilleros o tenían vínculos con ellos. Foto EDH/ Archivo

Por Max Mojica

2019-08-26 5:10:44

Hacerse notar por mérito propio (o “asomar la cabeza”, como he nombrado a este editorial) resulta peligroso cuando eso se hace en una sociedad en donde la mediocridad y el borreguismo son premiados. Aunque a primera vista puede entenderse que me refiero a la sociedad salvadoreña, la verdad es que no es así, aplica a cualquier sociedad y a cualquier país, ya que, si algo es ampliamente democrático, es ese retorcido deporte de no estar dispuestos a aceptar o apreciar, honestamente, las virtudes de otra persona.

Aunque se parece mucho, no se trata de envidia sino de un sentimiento diferente, más emparentado con la simple mezquindad. Sucede cuando algunas personas destacan demasiado, lo que las hace acreedoras, de forma gratuita, del rechazo y del odio de los demás; ya que las virtudes o cualidades de esa otra persona, hacen que las limitantes o carencias del resto de personas que la rodean se hagan más notorias. Algo así como cuando las personas están expuestas al sol de la tarde, hace que sus sombras sean más largas y pronunciadas.

A dónde más se nota este padecimiento es en política. Los regímenes tiránicos hacen lo que sea para que nadie le “haga sombra” al Gran Líder, al Generalísimo o al Comandante Eterno. No digamos sus detractores, sino sus segundos en la línea del trono, cuando se convierten en personas con creciente nivel de influencia o en destacados miembros del gabinete, usualmente son encarcelados, fusilados o apartados del ojo público. Ejemplo de ello es lo que pasó con el popularísimo Ché Guevara, que fue enviado a morir convenientemente en la sierra boliviana, para que no le hiciera estorbo ni sombra, al Comandante Castro.

Pero eso no solo sucede en el ámbito político, sino también en el mundo empresarial; situación que no deja de ser un poco esquizofrénica, ya que al empleado se le invita a destacar, pero al mismo tiempo se le imponen límites sobre el cómo, cuándo y dónde. Al empleado se le llama a la excelencia, pero dentro de claros parámetros establecidos por la gerencia. Al “empleado del mes” se le premia, pero porque ha seguido las líneas disciplinarias de la empresa: respeta horarios, no falta al trabajo, no se enreda en problemas, cumple metas, etc.

Difícilmente se le dará el mismo tratamiento a aquel empleado que se distingue por innovar procedimientos de atención al cliente, que supera al jefe o gerente en su desempeño, que crea procedimiento o productos innovadores, o que hace incómodas observaciones a la gerencia sobre cómo mejorar algún aspecto sensible de la producción. A ese tipo de empleados que destacan y rompen el molde, usualmente sufren el efecto contrario: se le silencian, desatan suspicacias, se les roban sus logros, se minimiza su talento o se les margina.

No es casualidad entonces que, en el mundo empresarial, político y religioso, se tenga en tan alta estima a aquel que cumple reglas sin preguntar, mientras se margina al que trata de cambiar alguna situación, o hace señalamientos u observaciones incómodas; todo lo cual tiene un efecto secundario en los que observan la sanción: se les infunde el miedo a destacar. De esa forma, el empleado, el correligionario y el feligrés, aprenden que la clave del éxito se encuentra en la sumisión al líder, más que en demostrar las capacidades y virtudes propias.

Al niño que opina y pregunta en clase se le ve como revoltoso. Al joven político con ideas propias que difieren de la ortodoxia, se le tacha de un “progre que tiene una agenda oculta”. Al empleado dinámico e innovador, se le silencia y minimiza. Todo ello para tratar de frenar un éxito que sus líderes o jefes no pueden alcanzar por sí mismos; siendo lo lamentable que, en ese proceso, van quedando silenciados talentos genuinos que pudieran dar un importante aporte a la sociedad.

Un día me dijeron por ahí, “al único árbol al que le tiran piedras, es al que tiene frutos”. Así que, si te tiran piedras, no te sientas mal, sigue adelante con tus proyectos, seguramente estás rompiendo el molde.