El misterio de la puerta cerrada

La “puerta cerrada a medias” representa lo que muchas veces hace el gobierno: entorpecer la gestión ciudadana en vez de facilitarla. Para muestra un botón: el acceso a la formalidad. Los ciudadanos que quieren formalizarse, inscribir sus negocios y pagar impuestos se encuentran con innumerables barreras administrativas que constituyen obstáculos que parecen diseñados, precisamente, para condenarlos —como a un moderno Sísifo— a la informalidad.

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Foto: EDH | Archivo

Por Max Mojica

2019-05-13 11:10:23

Cada vez que visito un restaurante de comida rápida, una peluquería o una dependencia de Estado, me topo con uno de los misterios más insondables de la conducta social: siempre, cuando existe un amplio espacio de entrada compuesto de dos puertas, una de ellas está cerrada mediante un potente pasador, firmemente anclado en cada uno de sus extremos.

La anterior situación me hace plantear cuestiones tan profundas como la vida misma: si el arquitecto diseñó la entrada con dos puertas, para que esta sea amplia y de fácil acceso, y a la vez, al propietario del comercio, o bien, al administrador público encargado de esta o aquella cartera de Estado le interesa el libre flujo de ciudadanos a su recinto, ¿por qué mantener siempre cerrada una de las hojas de la puerta?

¿Cuál es la agenda oculta del administrador del lugar, al atrancar una de las puertas del recinto? ¿Importunar al usuario? ¿Complicarle la vida a la madre que forcejea por entrar con un lactante en brazos? ¿Demostrar urbi et orbe todo el peso de su micro-poder, dificultando la entrada de los parroquianos al lugar? La respuesta a cualesquiera de estas preguntas se muestra esquiva al sentido común, a la vez que se pierde en el profundo pozo de la psiquis evolutiva.

La noción de la “puerta cerrada” refleja a cabalidad la conducta latinoamericana, omnipresente desde el Río Grande hasta la Patagonia. Latinoamérica, la de piel cobriza, tan diversa en cultos, tradiciones, herencia cultural y sistemas políticos, se une alrededor del misterio de la “puerta cerrada”: esa perniciosa costumbre que, si algo se puede hacer fácil, el administrador de turno (sea este propietario, gerente de la tienda o vigilante), hace todo lo que está a su alcance para que se haga burocrático, complicado y difícil.

Lo que sucede en un negocio, que puede tener ambas puertas abiertas para que el cliente entre por la que quiera, sin dificultad; es similar a lo que sucede es una dependencia de Estado, en donde los ciudadanos se dan cita para batallar con el sistema, en el afán de poder obtener una camándula de sellos que garantizan, finalmente, que pueden abrir su empresa, importar su mercadería o recuperar los activos requisados por un tribunal.

La “puerta cerrada a medias” representa lo que muchas veces hace el gobierno: entorpecer la gestión ciudadana en vez de facilitarla. Para muestra un botón: el acceso a la formalidad. Los ciudadanos que quieren formalizarse, inscribir sus negocios y pagar impuestos se encuentran con innumerables barreras administrativas que constituyen obstáculos que parecen diseñados, precisamente, para condenarlos —como a un moderno Sísifo— a la informalidad.

Que tenemos que buscar un notario. Que tenemos que tener balances auditados. Que tenemos que correr de ventanilla en ventanilla para obtener la camándula de sellos que me dicen que soy legal. Que tenemos que presentar la partida de nacimiento de mi abuelo en triplicado. Si lo que El Salvador necesita son empresarios, precisamente porque necesitamos generación de empleo y creación de riqueza ¡entonces abramos ambas puertas, quitemos las trancas y dejemos circular la iniciativa privada y el capital!

Convertir lo fácil en difícil es un arte que, en Latinoamérica, se ha elevado a niveles de maestría. Si la construcción de un edifico de apartamentos que potencialmente dará trabajo a cientos de obreros y decenas de proveedores, se pudiera autorizar con un par de firmas y un sello, nosotros elevamos los requisitos para hacer parecer la obra, como si de construir la pirámide de Keops se tratase.

Abrir una empresa, sueño de todo emprendedor, la convertimos en una labor tan extenuante como si la meta final fuera de nuestro gobierno fuera, precisamente, disuadir al interesado de constituir de la misma.

Este nuevo gobierno tiene en sus manos la oportunidad de hacer un hito histórico: brindar a los salvadoreños la oportunidad que han buscado en la última década, ¡libertad para trabajar! Espero que pronto esta nueva idea esté al alcance de todos.

Abogado, máster en leyes. @MaxMojica.