El cambio que queremos ver

El Salvador es de todos. Todos los que vivimos aquí tenemos derechos y obligaciones que cumplir. En una sociedad tan convulsionada como la nuestra, no esperemos que el cambio venga de los demás para que las cosas empiecen a mejorar.

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El presidente Nayib Bukele participó en el Foro de Doha 2019, en Catar. Foto cortesía Presidencia

Por Erika Saldaña

2019-12-15 3:45:18

Jamás me voy a cansar de insistir en que, si queremos una mejor sociedad debemos empezar por cambiar y mejorar nuestro entorno más cercano. Nuestra familia, grupo de amigos, nosotros mismos. Hay una dosis de responsabilidad personal de cada uno en la mejora de las condiciones sociales de El Salvador; cada quien debe trabajar desde el ámbito en el que puede incidir, empezando por la familia.

Somos una sociedad violenta. Eso lo vemos desde los homicidios que suceden a diario, hasta en el tráfico en las calles de El Salvador. Es un reflejo de nuestra sociedad. Vemos miles de carros y motocicletas manejados de forma agresiva, sin ceder el paso, donde se lucha por pasar primero aunque se pase chocando a los demás. Esto no es más que consecuencia de una buena parte de la población egoísta, sin empatía, violenta, estresada, mal educada. No son todos, pero al ver el caos que se genera a diario, da la impresión que es la mayoría. La intolerancia es algo que necesitamos cambiar desde nuestras familias.

El tráfico ya se convirtió en un factor de gran incidencia en el ánimo de los salvadoreños. Ha alterado nuestros hábitos, pues las actividades ahora empiezan mucho más temprano que antes. Pero el problema no solo es la cantidad de carros que ahora hay en el país, en parte producto de un mal sistema de transporte público; el pan de cada día son los accidentes por culpa de la imprudencia, la incapacidad de ceder el paso, por manejar borrachos o por simples distracciones.

En los últimos meses hemos sido testigos de aparatosos accidentes de tránsito que han dejado decenas de muertos. Causa una gran tristeza e impotencia ver familias sufrir por culpa de la imprudencia de ciertos conductores a quienes el exceso de velocidad les ganó el pulso y terminaron entre latas retorcidas o arrollando a personas que solo iban pasando.

Las autoridades por la fuerza han intentado corregir el caos vial. San Salvador se ha convertido en la ciudad de los sapos, con esas grandes estructuras de concreto tratan de moldear la conducta de los automovilistas, pero para algunos incivilizados resultan insuficientes. Al ver el caos en las calles, cualquiera pensaría que no somos tan distintos a las malas conductas que tanto criticamos de ciertos funcionarios. Una infracción de tránsito nunca va a ser igual a un acto de corrupción, a un robo o a algún delito o crimen complejo. Pero en lo poco se refleja hasta dónde puede llegar la actitud de una persona.

Hay muchos accidentes leves que son producto de la falta de paciencia y de cortesía de los conductores. Vemos constantemente que muchos carros se dan golpes pequeños porque una persona no es capaz de esperar cinco segundos a que otro conductor pase. Como que si impedirle el paso a una persona lo adelantará diez minutos en el tráfico.

Los que se llevan la peor parte son los transeúntes. Las calles de San Salvador son las menos amigables para los peatones. No hay espacios suficientemente amplios en las aceras, estas se encuentran en mal estado y en el peor de los casos no hay aceras para que caminen. Para rematar esta situación, los conductores son agresivos y no son capaces de ceder el paso ni respetar a quienes deberían tener el derecho preferente de paso como en cualquier país civilizado.

El Salvador es de todos. Todos los que vivimos aquí tenemos derechos y obligaciones que cumplir. En una sociedad tan convulsionada como la nuestra, no esperemos que el cambio venga de los demás para que las cosas empiecen a mejorar. El cambio que queremos ver empieza en nosotros.

Abogada.