La esencia de lo "educativo"

Si no pensamos la educación, si no le incorporamos humanismo y debate, nuestro sistema se irá deshumanizando y siendo cómplice de los grandes problemas que vivimos de violencia, intolerancia, migración, pandillas, etcétera.

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Referencia. Foto / AFP

Por Oscar Picardo Joao

2022-01-25 4:52:09

Docentes, padres y madres de familia, de vez en cuando es necesario detenerse a pensar sobre la educación; sobre lo que hacemos y esperamos de nuestros estudiantes e hijos. Últimamente estamos muy preocupados por las tecnologías, por los resultados académicos y hemos descuidado y olvidado lo esencial, la filosofía de la educación.
Educar no es preparar a los estudiantes para conseguir un trabajo y hacer dinero…; tampoco educamos para pasar materias ni para sacar buenas notas…; lo esencial de la educación es diseñar soluciones y aportar herramientas cognoscitivas, emocionales, sociales, plásticas, técnicas y físicas para realizarse, ser feliz y poder decidir de modo libre, responsable y ético que deseo hacer con mi vida, respetando a los otros y al medioambiente.

En la Grecia clásica había tres conceptos importantes: la Paideia (el ideal educativo de ciudadano), la Areté (los valores o virtudes) y la Techné (lo propiamente curricular, didáctico y pedagógico); traducido a nuestro tiempo y circunstancias: el ideal de salvadoreño, nuestra cultura y lo que deberíamos enseñar en las escuelas, colegios y universidades. ¿Tenemos idea sobre este enfoque o enseñamos en base a programas de estudio y libros de texto?, ¿sabemos cuál es el ideal de ciudadano que pretende formar el sistema educativo?

No depositamos contenidos en un espacio vacío (Freire) ni domesticamos el salvaje cual “tabula rasa” (Locke); nos enfrentamos a una compleja “inteligencia sentiente” (Zubiri) que posee necesidades y comienza a diseñar soluciones ante desafíos de la realidad y la alteridad que le rodea; en efecto, desde la neurociencia, la plasticidad cerebral que va moldeando al ser humano es un proceso pautado por evolución y entropías, avanzar y sobrevivir a las incertidumbres, predecir, actuar, decidir, optar.

Nuestro pasado, presente y futuro ha sido, es y será una consecuencia de lo educativo; el grado de escolaridad social, si valoramos o no socialmente la educación, la calidad de los servicios escolares, la eficiencia y dignificación de los docentes, son algunos de los elementos fundamentales que configuran la ciudadanía.

Tal como lo señala Werner Jaeger en su libro “Los ideales de la Paideia” (Harvard University, 1942) es sumamente complejo pretender explicar o encerrar en un concepto el significado de lo educativo.

Casi todos creemos que es un problema o responsabilidad del sistema educativo, del Ministerio de Educación, de la escuela, colegio o universidad o de los docentes; pero es algo más trascendente, que supera, inclusive a la “sociedad educadora” y nos remite a las costumbres y valores de la familia y comunidad en dónde vivimos.

Lo educativo es un conjunto de principios mediante los cuales la comunidad humana conserva y trasmite ciertos valores esenciales de convivencia; es mucho más que Matemáticas, Lenguaje, Ciencias Naturales y Sociales.
Ser educado supone ser tolerante, respetuoso, honorable, ético y solidario; ejercer la voluntad y la razón en beneficio de sí mismo y a la vez de todos; trabajar, descubrir y crear para una mejor convivencia. Anota Jaeger: “La educación es una fuerza vital, creadora y plástica, que impulsa espontáneamente a toda especie viva al mantenimiento y propagación de su tipo. Pero adquiere en ella el más alto grado de su intensidad, mediante el esfuerzo consciente del conocimiento y de la voluntad dirigida a la consecución de un fin”.

Lo educativo no es una propiedad individual, sino que pertenece, por su esencia, a la alteridad y comunidad; nos educamos frente a los otros, con los otros y para los otros. Somos, desde la sociobiología “Zoon Politikón”, por eso necesitamos leyes de convivencia y normas para la relación política y cumplir la visión teleológica (Aristóteles). En efecto, la educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad y el desarrollo social depende de la conciencia de los valores aprendidos y experimentados.

Al final nos debemos preguntar: ¿Educamos para qué?; mucha gente lo hace mecánicamente o por tradición, nadie objeta la importancia y el rol de la escuela; buscamos al mejor centro educativo posible y comienza este viaje extenso; profesores van y vienen, decepciones y alegrías, exámenes y notas y, al final debería terminar el proceso con un “título o grado” académico. Pero ¿ese era el objetivo…?

La tensión contemporánea entre el desconocido “megalopsychos” de la Ética de aristotélica y el reconocido jefe de una pandilla nos sitúa en un debate fundamental: ¿es el sistema educativo el responsable de lo que socialmente tenemos y somos? Seguramente sí, pero no hemos caído en la cuenta.

Si no pensamos la educación, si no le incorporamos humanismo y debate, nuestro sistema se irá deshumanizando y siendo cómplice de los grandes problemas que vivimos de violencia, intolerancia, migración, pandillas, etcétera. En la actualidad tenemos un doble estándar: una minoría bien educada y con oportunidades y una mayoría condenada al fracaso y a participar en los ciclos desfavorecidos de pobreza.

Es urgente revisar y transformar nuestro sistema educativo en un lugar mejor. Esto implica las dinámicas familiares, primera infancia, la escuela y el sistema universitario. Debemos definir el ideal de ciudadano que necesitamos y trabajar para lograrlo. Podríamos comenzar con tres aspectos muy básicos: a) Respeto y cumplimiento de las leyes; b) Valorar y cuidar el medioambiente; y c) Tolerancia y razonamiento. Esto puede comenzar en casa…

 

Investigador Educativo/ opicardo@asu.edu