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La educación superior en un mundo líquido e impaciente

enseñar valores y ética es contradictorio con la vida líquida, donde la educación, de ser vista como un procedimiento continuo a lo largo de la vida, ha sido modificada a un fin en sí mismo, es decir, a un producto del mercado como llave para alcanzar un puesto laboral, un ascensor social, donde la cultura de una nación está amenazada pues morirá frente al mercado pues es necesario desvincularse de ella para descartar los valores y la conducta ética.

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

En muchos lugares, llámense universidades u oficinas gubernamentales relacionadas con la educación, donde la excepción no es El Salvador, hay preocupación sobre qué y cómo deberían estudiar los jóvenes en la universidad, de tal manera que se conviertan en humanos capaces de satisfacer sus necesidades materiales y al mismo tiempo, en ciudadanos que contribuyan al desarrollo económico y social de su país, cuyo comportamiento refleje y genere concepciones éticas que ayuden a fomentar la paz social.

Nos encontramos en un punto de la historia en que vemos como el pensamiento de muchos en relación al mundo y las cosas ha cambiado, pasando, de acuerdo al filósofo polaco Zygmund Bauman, de la modernidad sólida a la líquida.

En tiempos de modernidad sólida, el progreso material dependía de un esfuerzo más o menos lento, realizado a lo largo de la vida, que culminaba con el éxito proyectado, es decir, había que ESPERAR; sin embargo, en la modernidad líquida que vivimos, el progreso se relaciona con la RAPIDEZ, donde esperar es intolerable.

Ejemplo de esto es cuando en un ciclo, reprueba un examen o la materia más del 50% de los estudiantes, y estos exigen un examen de suficiencia o un curso corto durante el interciclo para poder pasar la materia, y/o aún peor, que despidan al maestro por ser incapaz de enseñar (aunque quizá sea más bien por venganza o prevención a volverlo a encontrar en una materia posterior); una situación que se ve en nuestro país con frecuencia y que obliga a examinar el trabajo del profesor ante una masa de bachilleres con un nivel de deficiencia exagerada, que se refleja en la deserción masiva al finalizar el primero y segundo ciclos de muchas carreras. Otro ejemplo se da con la lectura de textos o capítulos de ellos, donde se empuja al maestro a elaborar resúmenes para que el estudiante “se sienta motivado” a estudiarlas; excusa que termina siendo inútil, dado que el problema se da por deficiencia en la competencia de lecto-escritura y alteración del cortex prefrontal para la concentración.

En otras palabras, las personas hoy repudian tareas arduas y buscan el placer inmediato, evitando un proceso de instrucción de varios años de esfuerzo y privaciones de diversiones, como no asistir a una fiesta o viaje debido a que se tiene que realizar una tarea académica.

Esta tendencia es reforzada por los comunicadores de todo tipo cuando resaltan a los casos excepcionales” de finales del s. XX: los millonarios de la noche a la mañana sin hacer aparentemente esfuerzos académicos a largo plazo como son los fundadores de Apple, WINDOWS o Facebook (quienes no culminaron su carrera universitaria) y en el s. XXI, los influencers, youtubers o streamers creadores de videos para ser reproducidos por millones de Pinocchios, que para los expertos son exhibicionistas que usan los publicistas para obtener dinero. Peor aún, exaltan figuras nocivas al estilo de “Cara Cortada” u otros criminales, preponderando que lo importante es hacer dinero sin importar los medios.

En este camino de las cosas, aparece el síndrome de la impaciencia descrita por Bauman, donde se aparta la durabilidad por la brevedad, donde lo nuevo está sobre lo perdurable.

De acuerdo con algunos analistas, tras bambalinas existe una maniobra depravada de los promotores del consumismo, característica de la modernidad líquida; donde el deseo de recibir una educación fructífera de manera completa para lograr una existencia plena por muchísimos años ha sido cambiada por la caza de sensaciones confortables ipso facto, que ha producido una masa de NINIS que afecta a todas las sociedades incluyendo la nuestra. 

Opinaba Bauman que el rechazo a la educación tiene cola, pues al no contar con una herramienta educativa que les permita acceder a empleos con altos salarios, terminan imposibilitados para alcanzar los productos generadores de placer instantáneo, de lograr sus aspiraciones gracias al consumismo generado por la globalidad neoliberal, por lo que se deshacen de toda su dignidad para convertirse en “consumidores fallidos”. Este desenlace los hace sentir excluidos de la comunidad por lo que buscarán calmar su frustración a través de la violencia, como ocurre cuando un grupo se toma el control de una universidad estatal para exigir los títulos o de un gobierno para lograr con celeridad los fondos dinerarios para poder consumir sin límites.

Efecto de todo esto es que la persecución del placer termina deteriorando los valores convencionales, como son el esfuerzo, la perseverancia o el compromiso. Los valores se transforman en “inversiones poco atractivas”: En la liquidez predomina el interés personal y la autoafirmación sin importar los efectos a terceros.

Hacer un proyecto de vida son ideaciones que mueren por no responder a la dinámica del mercado y el imperante deseo de consumir por consumir.

Hoy, enseñar valores y ética es contradictorio con la vida líquida, donde la educación, de ser vista como un procedimiento continuo a lo largo de la vida, ha sido modificada a un fin en sí mismo, es decir, a un producto del mercado como llave para alcanzar un puesto laboral, un ascensor social, donde la cultura de una nación está amenazada pues morirá frente al mercado pues es necesario desvincularse de ella para descartar los valores y la conducta ética.

  El pensamiento antiguo, de que la educación era un proceso de desarrollo sin fin, es espantoso en este mundo líquido en donde ya estamos, que requiere personas que se deslicen con rapidez y que no se hundan en el océano del conocimiento. Utilizar tiempo en estudiar, cuando podría ser utilizado de tantas maneras divertidas y placenteras se vuelve impensable.

  Bauman rememora aquella dulce esperanza antigua que la vida iba a mejorar por medio de una educación universal y fructífera para toda la existencia, donde ahora esa educación es para consumo por el consumo mismo.

  Por lo anterior los interesados en la educación tienen un gran reto en sus manos: decidir si claudican o no ante el mandato del consumismo voraz y configurar individuos que olvidan rápido para adaptarse a esta liquidez. Seguiremos tratando este tema en la siguiente publicación. ¡Hasta la próxima!

Médica, Nutrióloga y Abogada

mirellawollants2014@gmail.com

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Educación Opinión

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