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Educación en contextos de crisis

Las gremiales se quejan con justa razón, no encuentran personal técnico con las habilidades laborales requeridas para nuevas tareas; mientras las universidades seguimos formando con un sistema rígido y clásico del siglo XIX: Abogados, ingenieros, médicos, arquitectos, etcétera, con limitada flexibilidad curricular y con escasas salidas laterales; y no nos hemos dado cuenta que solo nos llega 1 de cada 10 estudiantes que terminan educación básica.

Por Óscar Picardo Joao

El economista y premio Nobel James Joseph Heckman, además de las correcciones a los sesgos de muestras seleccionadas no aleatorias, aportó a la teoría educativa de desigualdades el saber diferenciar entre “Cognitive Skills” (capacidades académicas) versus “Non Cognitive Skills” (motivación, integridad, interacción).

El primer aporte de Heckman fue definir que la inversión en educación primaria es la que tiene mayor retorno económica a una nación; en segundo lugar, exploró los efectos que producen ese retorno. En este contexto, descubrió que estudiantes desfavorecidos en ambientes ideales o mejores (Perry Public Schools) aprendían ciertos contenidos académicos, pero también el uso o la aplicación de estos u otros contenidos aplicados a su vida.

Una cosa es la inteligencia académica o saber álgebra y otra muy distinta, por ejemplo, es saber aplicar razones algebraicas en la vida cotidiana o tener la capacidad de aplazar las recompensas; y la evidencia científica en experimentación psicológica indica que las Non Cognitive Skills predicen mejor toda la evolución académica y su integración social que los test de inteligencia clásicos; mejor dicho, un estudiante puede saber muchas cosas, y si no sabe qué hacer con ellas su pronóstico de futuro estaría en riesgo.

Lo hemos repetido muchas veces, gracias a los 23 años de PAES: “Los estudiantes salvadoreños conocen, pero no comprenden ni pueden aplicar bien lo que saben”; poseen un saber teórico, con poco laboratorio y limitada experiencia; y además no se forman en ciudadanía adecuadamente.

Por ejemplo, podemos tener en el aula un estudiante con 160 de IQ, muy inteligente, pero es probable que el sistema educativo no lo comprenda o qué el subestime a sus docentes y compañeros; llega a la conclusión que no está aprendiendo nada y decide buscarse la vida fuera del colegio y montar un negocio; quizá algo riesgoso; le gusta mandar, dirigir y al final por alguna razón termina en la cárcel (…) ¿Es inteligente o estúpido?, según las pruebas sí es inteligente, según la realidad es estúpido. Una cosa es la inteligencia estructural y otra el uso que se hace de esa inteligencia. El buen uso de esa inteligencia se le llama talento…

En teoría, el sistema educativo forma el talento humano para lograr un bienestar productivo; pero el talento como tal no es un concepto científico, sino una acepción de psicología popular aplicada al managment. El talento es posterior a la educación, como anotamos, saber utilizar el saber; y es tarea del sistema educativo transformar la inteligencia en talento.

En una conferencia magistral del Profesor José Antonio Marina encontré una alegoría muy interesante para comprender el rol del sistema educativo: La inteligencia se parece un juego de póker: a) se nos reparten unas cartas que no podemos elegir, así como hay condiciones genéticas, sociales, económicas; b) Hay cartas buenas y malas; c) Es mejor tener cartas buenas que cartas malas; y d) No siempre gana el que tiene cartas buenas sino el que sabe jugar. Y es aquí donde interviene el sistema educativo, enseñarte a jugar con las cartas que sean…(educarte como sea).

Justamente, en el marco de la plasticidad cerebral, el activar o no el repertorio genético que recibimos depende de la familia, de la comunidad y del sistema educativo; que unos se activen o no, según la epigenética contemporánea, dependen en gran medida de la estimulación temprana y del sistema educativo.

Ingresamos a una época particular, en dónde todos somos responsables en “crear la sociedad del aprendizaje” (Joseph Stiglitz; Bruce Greenwald, 2001); esto es superior a la sociedad del conocimiento, a la economía de la información (Castells) y a otros paradigmas tecnológicos dominantes; y aquí las instituciones educativas tienen una gran responsabilidad.

Aprender es última instancia lograr modificar y mejorar los entornos; y el contexto actual es distinto y hoy se habla del paradigma VUCA acrónimo de: VOLATILIDAD, INCERTIDUMBRE (en inglés, "uncertainty"), COMPLEJIDAD Y AMBIGÜEDAD. ¿Estamos preparando estudiantes para esta nueva realidad?

Es más, podemos plantear unos desafíos mayores: ¿somos los centros educativos organizaciones inteligentes que responden a los desafíos del mercado laboral y de la sociedad actual en transformación digital?, ¿tenemos un proyecto educativo estratégico claro?, ¿nos estamos adecuando a los cambios y necesidades tecnológicas?

VUCA implica que los trabajos no son estables y eternos; que las tecnologías están cambiando todo y de modo veloz; que tenemos que educar para saber adaptarse; que debemos fortalecer las capacidades racionales, ciudadanas y éticas; que debemos seguir aprendiendo; que podemos pasar de la gloria al infierno en segundos; que lo tangible está siendo suplantado por lo intangible y por lo virtual; y que las diversidades amplifican y exigen nuevas narrativas de convivencia.

Saber decidir, seleccionar, actuar y adaptarse son competencias blandas que no suelen estar en los programas de estudio; y mientras los centros educativos se plantean como incorporar estas capacidades, debemos ensayar y entrenar en los hogares. Crear situaciones reales en la familia o simular decisiones es un ejercicio indispensable para niños (as) y adolescentes.

Las gremiales se quejan con justa razón, no encuentran personal técnico con las habilidades laborales requeridas para nuevas tareas; mientras las universidades seguimos formando con un sistema rígido y clásico del siglo XIX: Abogados, ingenieros, médicos, arquitectos, etcétera, con limitada flexibilidad curricular y con escasas salidas laterales; y no nos hemos dado cuenta que solo nos llega 1 de cada 10 estudiantes que terminan educación básica. Efectivamente esos 9 desencantados no se identifican con el modelo clásico de universidad, y nos piden a gritos Maker Space, espacios de Soft Landing, Community Colleges o cursos cortos con valor académico para iniciar su vida laboral en un escenario VUCA… No tenemos ese eslabón en la cadena de servicios educativos, y todo falla, preferimos inconscientemente jóvenes en subempleo, migrantes o criminales.

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

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Educación Opinión

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