Idiosincrasia de una población con hambre

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Rafael Leonardo Callejas, expresidente de Honduras, esperaba la sentencia en Estados Unidos acusado por su participación en Fifagate.

Por Rodolfo Chang Peña

2020-04-04 7:12:04

El lunes 30 de marzo pasado miles de salvadoreños se aglomeraron en las sedes principales del Centro Nacional de Atención y Administración de Subsidios (CENADE) a nivel del país, unos para ser informados si eran beneficiados, y otros ya conscientes de haber sido seleccionados, con la creencia de llegar a recoger el dinero que les había prometido el Presidente de la República.
En el público demandante había desempleados, comerciantes informales, señoras embarazadas, algunas acompañadas de menores de edad, jornaleros, adultos mayores, microempresarios, discapacitados, enfermos y los habituales mirones y “brochas” que nada tenían que hacer ahí. No pocos esperaban desde la madrugada, según ellos para ser los primeros en ser atendidos. Ante la frustración por la espera en vano hubo reclamos, gritos, insultos, rabia, ofensas verbales, etc. Al tiempo que empleaos y policías no tuvieron otra opción que cerrar las oficinas para evitar males mayores.
¿Por qué la gente se comporta de esta manera ante el ofrecimiento de un regalo de 300 dólares?. En la China maoísta del siglo pasado, en tiempos de hambruna, el gobierno enviaba vehículos con víveres para ser distribuidos en comunidades pobres, pero tenían que tomar precauciones porque era común que la multitud rodeara el camión y aplastara a los repartidores. Si en El Salvador el público se vuelve loco cuando se ofrecen “donas” al 2 x 1 ¿qué podríamos esperar ante el ofrecimiento de un subsidio en efectivo?
Tres fueron las principales causas del fenómeno del lunes 30 de marzo: (1) Falta de frenos culturales y conducta mayormente instintiva, en general, los ciudadanos actuaron en forma desenfrenada y caótica; (2) La pobreza, la gente se aferraba a la esperanza de obtener algo para aliviar su angustiosa situación y (3) El hambre que por cierto está por encima del cumplimiento de las leyes, normas de cualquier índole, decencia, valores y buenas practicas, nótese como rompieron con la cuarentena, no cumplieron con el distanciamiento social y demás medidas de protección.
Pero también afloraron otros factores no menos importantes muy característicos de una población con hambre, destacan por ejemplo la actitud de aprovecharse de algo gratis.Lo vemos en personas que no merecen el subsidio pero reclamaban ser incluidos y en familias de cuatro miembros que deseaban un subsidio por cada uno. Pero más patética y asombrosa fue la intención de convertir un subsidio de 300 dólares en una exigencia con un cortejo de impaciencia extrema, amenazas, violencia verbal y sensibilidad. Por más que se les persuadía y se les pedía paciencia y consideración por el estado de emergencia, se sentían ofendidos, maltratados, que eran discriminados, que no se les tomaba en cuenta, el hambre que sentían, etc. En nuestro medio es muy común que cuando se donan víveres a una comunidad dos o tres veces en forma periódica, si no se les hace entrega la siguiente vez reaccionan y convierten el regalo en una obligación. No pocas veces recurren a los reclamos airados, al insulto y en los casos extremos lanzan piedras al vehículo que les transporta los alimentos.
En realidad no es acertado culpar a la población con hambre y otras necesidades insatisfechas, lo que se requiere es una planeación cuidadosa en la entrega de especies o dinero, tomando en consideración la idiosincrasia de la población que se pretende beneficiar y los factores restrictivos correspondientes.
Médico.