Jaque mate al arte

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Rodolfo Zelaya celebra tras anotar a 11 Deportivo. Imagen de carácter ilustrativo y no comercial. / https://twitter.com/AlianzaFC_sv/status/1388649399639810048

Por Teresa Guevara de López

2021-05-01 7:16:23

La educación, la cultura y el arte en nuestro país han sido como un enfermo incurable que ha venido languideciendo desde hace décadas,  hasta llegar a etapa terminal, sin que los gobiernos de distintos colores y tendencias se hayan preocupado para que sobrevivan.  Se ha dicho que si se destinara el 5% del PIB a educación, se lograría disminuir considerablemente la pobreza.

Como  ningún gobierno le dio la importancia que tiene el mejorar la educación,  los resultados los tenemos a la vista. Más pobreza, más migración, menos personas capacitadas para desempeñar los trabajos que los avances tecnológicos requieren, y el debilitamiento de los diferentes aspectos que constituyen el acervo cultural de un pueblo: sus tradiciones y sus expresiones artísticas.

Ante la apatía gubernamental sobre temas culturales, la empresa privada y la sociedad civil intentaron llenar ese vacío formando patronatos y asociaciones para promover el arte, con donaciones personales y logrando que el Estado aportara un subsidio. La Fundación Ópera de El Salvador  logró presentar óperas de los más famosos compositores, y el público pudo  aplaudir entusiasmado las presentaciones de “Carmen” “Madame Butterfly” y “La Traviata” cantadas en su idioma original por nuestros artistas.

La Orquesta Sinfónica Juvenil, que  dirigió el profesor Martín Jorge, llenó de orgullo a los padres de los jóvenes músicos, y el reconocimiento del público.  Pero  cada gobierno iba disminuyendo el subsidio,  hasta que desapareció  llevando a la muerte de estas dos iniciativas.   Martín Jorge trabajó ad honorem y realizó viajes al exterior para conseguir donativos y poder continuar con el proyecto.

Pero el tiro de gracia a las artes en El Salvador, ha sido la noticia del cierre del CENAR, la cuna donde se han preparado muchos de los artistas cuyas obras han llenado de orgullo al país.  Por  decisión de las autoridades del Ministerio de Cultura, los profesores del CENAR han sido  obligados a abandonar las instalaciones, debiendo buscar por sus propios  medios  escuelas públicas para impartir sus clases.

Son 26 profesores que durante más de dos décadas han impartido clases en las diferentes ramas, y que hoy deben intentar ubicarse en “la escuela pública que les quede más cerca de sus casas”.  El CENAR está dotado de cuarto oscuro para las clases de fotografía, de hornos para las especialidades de escultura y cerámica, de estudios destinados a las  clases de pintura, y salones para los estudiantes de música, cuyos profesores han sido enviados a un colegio privado, que no cuenta con las instalaciones adecuadas.   Una de las excusas para justificar la decisión, es que en el local había nexos epidemiológicos de Covid 19, lo que resulta totalmente absurdo ya que no existen evidencias de contagios.

Pero se rumora, con bastante base, que en el local del CENAR se pretende abrir una Escuela de Ballet, iniciativa de la Primera Dama, para lo que pronto comenzarán los trabajos para colocar los pisos de madera.  Y aunque es una excelente idea fomentar el ballet, es absurdo destruir un proyecto tan exitoso como el CENAR, cuando el gobierno puede alquilar otros locales en excelentes condiciones.  Podría servir el Centro Cultural de la Asamblea Legislativa, que tiene tan poco uso y cuya remodelación costó varios millones.

Destruir el arte es matar el alma de un pueblo, que  es la mejor expresión de su idiosincrasia.  “Quitad a un árbol sus raíces, y será juguete de todos los vientos” sentenció un eminente pensador francés.  Y un fuerte golpe a nuestra cultura ha sido el jaque mate al CENAR al privar a los jóvenes a desarrollar los talentos que el Creador les ha concedido.

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