Mario Vega: Derrota moral de la politiquería

El Evangelio pone sobre la mesa una propuesta distinta, una manera alternativa de vivir y de ejercer el poder político. Ridiculiza y se ríe de los poderosos que creen tener el control. En realidad, no tienen nada porque quienes poseen la tierra son los mansos.

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Mario Vega, líder de la Iglesia Elim. Foto EDH / Jonatan Funes

Por Mario Vega

2021-11-27 5:20:02

El último Evangelio que se redactó fue el de Juan. Se escribió en una época cuando la Iglesia ya ocupaba un espacio público y se hacía preguntas sobre la manera de relacionarse con la sociedad. Jesús había legado a los primeros creyentes un mensaje y unos principios que alteraban radicalmente la manera de entender la vida. Los cristianos comenzaban a comprender las implicaciones que esas enseñanzas tenían en el diario vivir y las reflejaron en la composición del último evangelio. Una expresión clave es la de “la hora”, la cual, aparece en diversos puntos del Evangelio y va marcando el ritmo que lleva adelante la historia de Jesús. “La hora” es un período de bastante duración que empieza con las primeras señales milagrosas de Jesús y finaliza con su vuelta al Padre. “La hora” pone en marcha el proceso que llevará a Jesús hasta la muerte. Él la anuncia como viniendo en un futuro cada vez más cercano, hasta que finalmente, en la atmósfera de la última cena y la traición, declara que “la hora” ha llegado.

El concepto de “la hora” se enlaza con el de “la gloria” para fundirse en “la hora para ser glorificado”. La gran paradoja es que la gloria consiste precisamente en la pasión, muerte, sepultura, resurrección y vuelta al Padre. Así, la crucifixión es planteada como “la hora de la glorificación”; el momento cuando Jesús es entronizado como rey. En su largo diálogo con Pilato, es Jesús quien tiene el control y el poder. Pilato termina preguntando. Los soldados le cubren con un manto real, le coronan y se postran ante Él con reverencia. De la manera que su corona es de espinas, su trono es la cruz. Finalmente es levantado y el poder imperial termina declarándolo: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. Aunque las autoridades religiosas tratan de cambiar semejante proclama, el poder romano se niega a hacerlo. Lo escrito, escrito está: Jesús es el rey.

De esta manera el Evangelio realiza la crítica más radical al poder político y religioso. A la arrogancia antepone la humildad; a la violencia, el perdón; a la propaganda, la verdad; a la opulencia, la sencillez; al poder, el servicio. El Evangelio pone sobre la mesa una propuesta distinta, una manera alternativa de vivir y de ejercer el poder político. Ridiculiza y se ríe de los poderosos que creen tener el control. En realidad, no tienen nada porque quienes poseen la tierra son los mansos. El que quiere salvarse se pierde y el que se pierde a sí mismo se salva. Esa manera diferente es la que debe iluminar a los cristianos sobre sus preferencias y actuaciones. Les indica la pauta y los principios a seguir.

El propósito último de Jesús como rey es la salvación. No para sí sino para quienes oyen su voz. El fin último del quehacer público debe ser también la salvación de las personas, sobre todo de las más vulnerables. Salvación de la carencia de tierra, vivienda, agua, alimentos, seguridad, salud, educación, arte, empleo, derechos. Esos son los elementos decisivos para que las personas puedan llevar una vida verdaderamente humana. En la medida que las personas gozan de estos elementos tienen una vida más plena.

La participación del cristiano en la política debe, en consecuencia, ejercitarse alejada de la mentira, el oportunismo y la prepotencia. La entrada a la esfera pública es una incursión misionera para anunciar las buenas nuevas. No solamente las de la conversión personal sino también las referidas a la manera diferente de alcanzar y ejercer el poder. Esto es lo que se encuentra dramatizado en el Evangelio de Juan. Donde la maña y la viveza son desechadas para ser sustituidas por la sinceridad y la honestidad. Donde las maneras tradicionales de hacer política son dejadas de lado para apostarle a la verdad, al amor y a la justicia. Para que las cosas triunfen por su propio peso. Es la seguridad de saber que los principios rigen el universo y que el ámbito de la política no es la excepción. Siempre será verdad que quien no tiene nada lo tiene todo, los pacíficos son los que conquistan y los humildes los que son saciados.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.