Cartas desde el frente europeo: Ite Missa Est

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Foto: EDH / Iliana Ávila

Por Alonso Correa

2021-05-15 4:42:45

Esta semana ha sido de esas que marcan una época. De las que mueven los hilos de la historia y dejan su legado en los anales del tiempo. Las situaciones que han pasado a lo largo de estos últimos siete días dejarán mella porque, como comenté hace unas columnas atrás, los vientos del cambio están empezando a tomar fuerza en Occidente.
La primera de las situaciones, y la más trágica de todas, son las protestas que ya han dejado más de 24 muertos en las calles de Colombia. Manifestaciones que han hecho arder ciudades icónicas, como Cali, vandalizadas y destrozadas por los jóvenes ideologizados. Porque, similar a lo ocurrido en Ecuador y Chile, las movilizaciones han sido estrategias de los partidos de izquierda para desestabilizar las columnas del gobierno de Iván Duque, mano derecha del expresidente y senador, Álvaro Uribe. Estas protestas, resguardadas bajo el manto de la injusticia de una reforma tributaria y de la mala gestión del país en la crisis sanitaria, han asestado un golpe certero a la credibilidad del ejecutivo colombiano. Ahora, con la excusa de luchar contra el gobierno asesino, los candidatos de izquierda tienen libre la pista para convertirse en la antítesis de la unanimidad del poder actual.

La segunda es la arrasadora victoria a la hegemonía de la izquierda en la comunidad más importante de España. Madrid ha tenido elecciones el martes 4 de mayo con una participación histórica para eliminar las raíces de la inoperancia de los partidos de izquierda de la Asamblea del actual centro económico del país. Las buenas políticas en pos de la libertad y la defensa de las PYMES en la ciudad han surtido un efecto positivo en los habitantes de Madrid. Isabel Díaz Ayuso ha logrado una campaña política sin fallas, con las ideas claras y con un manejo de los tiempos impoluto. Madrid, una vez dividida entre los dos grandes partidos españoles, ha puesto en evidencia la falta total de interés de facciones como el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, con el bienestar de los ciudadanos de las grandes urbes y sus áreas aledañas. Los discursos separatistas, la política del insulto y las ideas vacías de estas agrupaciones parecen ya no surtir efecto en una población curtida por la crisis económica y sanitaria del año pasado.
El tercero de los sucesos y muy conectado con el segundo, es la retirada del político más tóxico de los últimos años, Pablo Iglesias. Su llegada a la mesa diplomática alteró el delicado equilibrio que se había conseguido en la administración de España. Sus conexiones con la inteligencia de la dictadura cubana y la financiación venezolana e iraní fueron los responsables del rápido ascenso de su figura dentro oligopolio estatal español. Sus homilías separatistas, rencorosas y guerracivilistas hicieron que, desde su llegada en 2014, cambiará, de manera radical, la política nacional.

Pero la facilidad con la que movía a las masas parece haber caducado, puesto que su reinado en los barrios obreros le fue arrebatado por los demás partidos, con discursos materiales y unificadores. Su partido, uno de los más herméticos en ideología, ahora sufre de una diáspora de seguidores hacia asociaciones más centrales. Solo los más radicales parecen tener todavía fe en el ideario izquierdista de lo que queda del partido.

Ahora, con varios casos abiertos en los juzgados y el desprecio más absoluto de la población que más ha sufrido la crisis. Pero parece haber encontrado una parcela tranquila dentro de una televisión moribunda en la cual sabe que puede causar más daño que en el Congreso. Mediapro, agencia donde residirá Iglesias, hace poco requirió de un salvavidas de más de 300 millones de euros para no entrar en la bancarrota. Pero los sermones doctrinarios en el centro del poder político han finalizado, por ahora. [© FIRMAS PRESS]
*Escritor panameño.