El presidente Donald Trump solo lleva unos seis meses en la Casa Blanca, pero en ese tiempo relativamente breve ha alterado el escenario nacional de una manera que muchos no esperaban.
Una de sus prioridades, desde el mismo inicio de su segundo mandato, ha sido la aplicación de estrictas medidas de inmigración. En su incesante y feroz campaña contra los inmigrantes, especialmente los que llegan de América Latina, Trump ha promulgado una serie de órdenes ejecutivas. Entre esos decretos se destacan la declaración de una emergencia nacional en la frontera con México y el despliegue de cientos de soldados en la región fronteriza para contener lo que Trump y sus seguidores llaman falsamente una “invasión” de inmigrantes indocumentados.
El mandatario también ha limitado severamente el acceso a los procesos de asilo político, ha suspendido el reasentamiento de refugiados en Estados Unidos, y ha puesto fin a protecciones humanitarias temporales a cubanos, venezolanos, haitianos y nicaragüenses. Esta última medida contradice su inflamada retórica y su política de sanciones contra los gobiernos de esos países, particularmente Cuba y Venezuela.
Trump ha prometido deportar a millones de inmigrantes que carecen de un permiso legal de estancia en Estados Unidos, y ha ordenado a los funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (el temido ICE) aumentar considerablemente la cantidad de personas que arresta, para llegar al menos 1.500 al día. En esa campaña contra la inmigración (repito: sobre todo contra la inmigración latinoamericana), la Casa Blanca ha movilizado a personal de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI); la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos; la Administración para el Control de Drogas (DEA), la Oficina Federal de Prisiones y otras entidades gubernamentales para dar apoyo a ICE.
El gobierno comenzó a enviar a inmigrantes indocumentados arrestados a la base naval que Estados Unidos tiene en Guantánamo, en el oriente de Cuba. Y Trump acaba de inaugurar un centro de detención en los vastos humedales de los Everglades, en Florida, a unos 120 kilómetros al oeste de Miami, para recluir a inmigrantes en un lugar inhóspito, en medio de pantanos plagados por caimanes.
El nuevo centro de detención ha sido apodado “Alligator Alcatraz”, haciendo referencia a la tristemente célebre prisión de Alcatraz, cerca de la ciudad californiana de San Francisco. Esa prisión, cerrada desde marzo de 1963, era famosa como un penal de máxima seguridad del cual escapar era prácticamente imposible. La palabra “alligator” quiere decir caimán, y en efecto, cualquier detenido que intente huir de la nueva prisión en los humedales de Florida deberá cruzar pantanos en los que abundan los feroces reptiles.
A Trump no parecen importarle los daños que la recóndita cárcel puede causar al frágil ecosistema de los Everglades, ni las posibles violaciones de los derechos humanos de los detenidos en ese infierno. El objetivo es mantener su popularidad entre una base electoral racista y xenófoba, que repite y amplifica las falsas noticias sobre una supuesta invasión de inmigrantes que irrumpen en Estados Unidos para cometer crímenes y trastornar el orden social. Es todo lo contrario: los inmigrantes llegan en busca de trabajo, de mejorar su situación económica y la de sus familias, o huyendo de la violencia o de la represión política, y a la vez aportan una enorme contribución a las comunidades donde se asientan. Los que cometen delitos constituyen un porcentaje muy bajo, e incluso muchos de los arrestados por ICE no tienen más antecedentes penales que su entrada ilegal en Estados Unidos. Pero Trump no está dispuesto a ceder ante esa realidad. La infame prisión de Alligator Alcatraz es un símbolo de su política migratoria extremista, que ha generado el pánico en un vasto sector de una nación de inmigrantes.
Andrés Hernández Alende es un escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso y La espada macedonia, publicadas por Mundiediciones. También ha publicado el ensayo Biden y el legado de Trump con Mundiediciones y el ensayo Una plaga del siglo XXI, sobre la pandemia del COVID-19.