Doble indolencia de una justicia mustia

En este país hablar de retardación es justicia es solo un eufemismo para denominar lo que no es sino ya una característica estructural de la práctica judicial, que es la tardanza en decidir los casos, que incluso llega al extremo de omisión absoluta de emitir sentencias

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Policía procesa la escena del hallazgo de un cadáver sobre la Carretera de Oro, en Soyapango. Foto/ Yessica Hompanera

Por Enrique Anaya

2019-11-12 5:37:47

PUESIESQUE…la semana pasada, la justicia salvadoreña fue tema cotidiano, así que creo que mi calidad de abogado me impone referirme a ello, aunque aclaro que no analizaré de modo específico el caso que ha motivado la indignación y repulsa ciudadana, simple y sencillamente porque si bien he leído la resolución (y no la comparto), no conozco el expediente judicial, ni tampoco tengo acceso a las pruebas producidas, lo que me imposibilita expresar una opinión jurídicamente fundada sobre el caso.
Ahora bien, la decisión judicial y la reacción ciudadana me provocaron recordar lo que hace muchos años llamé, en un diálogo universitario, la doble indolencia de la justicia salvadoreña.
Y es que, según el Diccionario de la Real Academia Española, indolencia es la cualidad de indolente, y con este vocablo, en 3 acepciones, hace referencia de modo resumido a 2 circunstancias: insensibilidad, como aquel “que no se afecta o conmueve”, “que no siente el dolor”, y, pereza o flojera.
Pues, dicho con franqueza pero con todo respeto, haciendo autocrítica como integrante de la comunidad jurídica salvadoreña, esa es en realidad nuestra justicia: insensible y perezosa.
Justicia insensible frente al dolor, la angustia y las necesidades de las personas más vulnerables y excluidas de nuestra sociedad: niñas y niños, jóvenes, mujeres, población LGTBIQ. Aunque probablemente el mínimo común denominador es, simple y sencillamente, ser pobre: si eres niña en una populosa colonia y sufres agresión sexual, si el imputado es persona “de traje”, muy difícilmente existirá justicia; si eres mujer maltratada que protagoniza un hollywoodense intento de hurto de una patrulla policial, te castigarán anticipadamente con encarcelamiento provisional por meses, pero si eres acusado de lavado de dinero por millones de dólares, en principio extraídos del erario, te irás relativamente tranquilo a casa con arresto domiciliario; y así podemos poner cientos de ejemplos.
Y justicia perezosa, porque en este país hablar de retardación es justicia es solo un eufemismo para denominar lo que no es sino ya una característica estructural de la práctica judicial, que es la tardanza en decidir los casos, que incluso llega al extremo de omisión absoluta de emitir sentencias, generada tanto por una pesada burocratización, ritualismo y adoración por los formalismos y el papel, como por la apatía de muchos operadores jurídicos.
Aunque algunos puedan considerar de mal gusto hablar de las propias experiencias, estas son las que mejor se conocen y, dedicado casi exclusivamente al ámbito del derecho público, puedo contarles –entre varios ejemplos- de la pereza de la justicia constitucional: un marasmo administrativo; el uso de un lenguaje barroco; hábeas corpus que tardan meses en decidirse, a pesar que se trate de detenciones ilegales; casos en los que Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (SCn/CSJ) no ejecuta sentencias dictadas desde hace varios años; sencillas demandas de amparo respecto de las que durante meses y hasta años no se adopta decisión sobre admisión; personas que son despedidas del Estado o simplemente dejan de pagarles el salario, y el tribunal meses o años en decidirse si aquéllas tienen derecho a percibir los ingresos necesarios para subsistir; ciudadanos que pagamos por años impuestos inconstitucionales dizque temporales, para que si se declara la inconstitucionalidad, la SCn/CSJ diga, casi copiando al Príncipe de la Canción, “ya lo pagado, pagadoooo”.
Podemos decir, tristemente, que padecemos una justicia mustia; o parafraseando una expresión de la última novela de Vargas Llosa, que la justicia en El Salvador sí tiene una vara de medir: la distancia astral entre la vida de los pobres y la de los privilegiados.

Abogado constitucionalista.