La pesadilla de los populistas

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Foto EDH Archivo

Por Carlos Ponce

2020-03-31 7:33:50

La incertidumbre producida por la pandemia que agobia al mundo entero ha propiciado la elaboración de pronósticos orientados a plantear distintos escenarios sobre el panorama al que nos enfrentaremos en los próximos meses y años. Aunque todos son importantes, unos son de particular relevancia para El Salvador.

He leído valoraciones propuestas desde distintas perspectivas, unas más provocativas, interesantes y audaces que otras. Por supuesto, también he leído algunas que, por lo menos ahorita, me parecen un poco aventuradas. Sin embargo, la mayoría tiene como común denominador la premisa de que el mundo cambiará significativamente.

Las lecturas que analizan el impacto que la pandemia tendrá sobre el populismo han llamado especialmente mi atención. Considerando que analistas alrededor del mundo han advertido sobre el ascenso del populismo en Latinoamérica y las desastrosas consecuencias de este fenómeno, resulta relevante considerar estos escenarios.

La aceptación y éxito de un político populista dependen, en gran medida, de su habilidad para venderse como el máximo defensor de los intereses de “el pueblo”. Esta habilidad descansa sobre dos pilares. El primero es crear un enemigo que el populista pueda atacar visceral y visiblemente en nombre de “el pueblo” y, de esa forma, demostrar su supuesta gallardía.

Generalmente, este enemigo es proyectado como una élite perversa que busca su propio beneficio en detrimento del ciudadano común y corriente. La ambigüedad de este enemigo difuso permite al político populista agregar a cualquier persona que se atreva a criticarlo. Quién lo critique, está al servicio de esa supuesta élite.

El segundo pilar es adoptar posturas y discursos que ofrezcan una versión superficial de los problemas que aquejan a la sociedad. Esto le abre el espacio necesario para proponer soluciones que suenen atractivas, simples y contundentes, aunque realmente sean inefectivas, técnicamente inviables y hasta agraven la situación.

El político populista, por lo tanto, toma decisiones no en base a criterios técnicos sino en función de su atractivo popular. Muchas veces esto hace que los políticos populistas ubiquen a los expertos en el bando que está en contra de “el pueblo”, con la finalidad de minimizar o neutralizar el impacto de sus críticas. En otras ocasiones, además reclutan a personas para hacerlas pasar como expertos aunque no tengan las credenciales para serlo.

Según algunos analistas, la pandemia dinamitará estos dos pilares sobre los que descansa la habilidad de los políticos populistas para venderse como defensores de “el pueblo”. Culpar y pelear con la supuesta élite, de acuerdo con esta lectura, no tendrá el mismo resultado durante la crisis.

La enfermedad, al ser un fenómeno mundial, difícilmente puede atribuirse a la élite. Los analistas advierten, no obstante, que esto no necesariamente significa que no lo tratarán de hacer. Hay ejemplos de sobra que ilustran como, en un primer momento, los políticos populistas han tratado de culpar a los enemigos de “el pueblo” por la pandemia, pero en pocos días esto se les revirtió.

Los analistas también observan que, debido a los ataques montados previamente por los políticos populistas en contra de los expertos que critican sus discursos y estrategias, las medidas que tomen se diseñarán bajo el mismo esquema al que están acostumbrados, sin criterios técnicos.

La improvisación en el manejo de la crisis se traducirá en errores difíciles de esconder.

Muchos de los escenarios enfatizan el efecto amplificador que la falta de criterio técnico tendrá sobre el impacto de la pandemia en Latinoamérica y la importancia del surgimiento de líderes ciudadanos que organicen y administren la crisis. Algunos argumentan que esto llevará a la caída de los políticos populistas y a la revalorización de los tecnócratas.

Hay muchos más pronósticos, sin duda. Es importante considerarlos todos y no descartar ninguno, por más disparados que parezcan. Descartar cualquier perspectiva en este momento es imperdonable.