Diecinueve años después

En estos años la seguridad que daba el dólar a los inversionistas facilitó su advenimiento, el mercado financiero tuvo una larga, larga temporada de intereses sin variaciones estrepitosas y los deudores han podido respirar sabiendo que el precio del dinero es más o menos predecible. En el ínterin ha habido inseguridad ciudadana, volubilidad legal, corrupción, y otros “ayes”… en los que no entraremos.

descripción de la imagen
El sector visitante del Estadio Juan Francisco Barraza con butacas. / Foto Por Foto cortesía CAPRES

Por Carlos Mayora Re

2020-01-17 5:56:07

El 1 de enero de 2001 nuestra economía fue dolarizada. Para los que saben, ha sido un éxito; para otros que miran el tema con una visión ideológica, no faltan pelos en la sopa. Sin embargo… aún después de diez años de gobiernos de izquierda y a seis meses de uno más bien pragmático, la medida no ha sido revertida y sigue funcionando.
Hay consenso en que ha sido una magnífica vacuna contra el populismo. Se han evitado los desastres inflacionarios, escasez de bienes básicos, salud del mercado negro, que suelen acompañarlo; y hemos gozado de una estabilidad económica a prueba de terremotos, tormentas tropicales, hipertrofia del empleo público, crisis económicas mundiales, y, sobre todo, diez años de funcionarios con mentalidad de redentores populares.
En estos años la seguridad que daba el dólar a los inversionistas facilitó su advenimiento, el mercado financiero tuvo una larga, larga temporada de intereses sin variaciones estrepitosas y los deudores han podido respirar sabiendo que el precio del dinero es más o menos predecible. En el ínterin ha habido inseguridad ciudadana, volubilidad legal, corrupción, y otros “ayes”… en los que no entraremos.
Además, la dolarización es responsable de una tasa de inflación decente, bajos intereses, estabilidad financiera, una sana separación entre las finanzas públicas y el sistema bancario, y algo “muuuy” importante: ha evitado gastos públicos descontrolados a merced de caprichos presidenciales.
La medida, también, ha provocado que el dinero “abunde”, pues el poder adquisitivo de las personas ha sido estable y, por tanto, predecible. Además, ha funcionado como un escudo social pues la inflación baja protege a las personas de menor poder adquisitivo, y a quienes no tienen ahorros ni margen de maniobra para su dinero (es decir, a las grandes mayorías), posibilitando en muchos casos adquirir vivienda, lograr estabilidad laboral, conseguir la promoción social en las siguientes generaciones, etc.
Uno de sus principales deficiencias —se dice— es la falta de capacidad del gobierno para fomentar las exportaciones. Aunque esto, bien visto, tampoco es tan cierto. Si lo fuera, Argentina y Venezuela serían grandes exportadores, y Ecuador —dolarizado desde hace veinte años— no sería el exportador que actualmente es. La balanza de pagos depende del valor de la moneda del exportador, ciertamente, pero no sólo de este factor.
Sin embargo, no todo ha sido color de rosa: ante la imposibilidad de imprimir moneda, cuatro gobiernos metieron mano en el bolsillo de los que ahorramos en las AFP, perjudicando al sistema, los ahorrantes y el mercado; y la “maña de pedir prestado” se disparó hasta alcanzar una deuda muy considerable con respecto al PIB, comprometiendo seriamente a las futuras generaciones.
Hay quienes han dicho que la falta de capacidad para controlar la política monetaria deprimió la economía al evitar el fomento desde el gobierno de sectores económicos sectoriales como la construcción, la agricultura, la industria, etc.; además de que se achaca a la baja inflación un crecimiento económico más lento… Puntos que, bien vistos, son importantes y deben ser tenidos en cuenta.
Sin embargo, es sensato que haya consenso en preferir una economía que crece lenta pero segura, a una a merced del presidente que tiene en su mano la manivela para fabricar billete; o a otra en la que los amigos de casa presidencial reciben chorros de plata y distorsionan el mercado, no sólo con información privilegiada sino también con créditos dedicados o, simplemente, preferenciales.
Para concluir, diremos que la dolarización es un elemento más de una política monetaria seria, que, como es natural, es compleja y articulada. Pensar que ha sido LA solución, o que es LA culpable de todas nuestras desgracias económicas (bajo crecimiento, inversión raquítica, endeudamiento desproporcionado, amplio déficit fiscal… etc.), es simplificar demasiado. Que estamos mejor con ella que sin ella, es un hecho; que siempre podríamos estar mejor, es una esperanza.

Ingeniero. @carlosmayorare