En las últimas semanas, distintos miembros del oficialismo han repetido hasta el cansancio una y otra vez las palabras “mecanismo perverso”, haciendo alusión a la forma de operar de la vieja política, aquella que priorizó las prácticas clientelares y que abrió la puerta a lo que hoy tenemos enfrente, un régimen autoritario que ya no esconde sus gustos por el totalitarismo. Lo curioso es que el mecanismo perverso realmente es todo este teatro que estamos presenciando y su finalidad es una sola: poder absoluto.
Las comisiones especiales que la bancada cyan ha conformado y juramentado para investigar a las ONGs que recibieron dinero del Presupuesto General de la Nación y también la entrega de sobresueldos, no son más que una réplica del famoso programa “El Gran Hermano” (Big Brother) y, como era de esperarse, así como lo he señalado antes, estas comisiones se encargan de hacer omisiones especiales para proteger a sus propios corruptos. A Lorena Peña, Alfredo Cristiani y otras personas interpeladas por dichas comisiones, no les interrogaron formalmente, cada pregunta era prejuiciosa, como que los diputados fueran juez y parte. A los diputados solo les interesaba instalar su falsa narrativa mediática para asegurarle a la ciudadanía que descubrieron el mecanismo perverso del pasado y que ahora se hará justicia. Pero mientras las interpelaciones se desarrollan, el verdadero mecanismo perverso avanza al ritmo con el que cualquier tirano sueña.
No defenderé a ninguno de los interpelados y mucho menos sus prácticas políticas, incluso varios de ellos no son de mi santa devoción. Pero es enormemente alarmante que mientras los utilizan como chivos expiatorios del espectáculo en curso, el clan Bukele se mueve a pasos agigantados llevando a gran velocidad a nuestro país hacia el despeñadero. Mientras que el verdadero mecanismo perverso está conformado por comisiones de fachada, militarización de las calles y cajas solidarias para esconder la bitcoinización con la que los hermanos de Bukele hacen negocio en nombre de El Salvador, el asesinato a la Ley de Acceso a la Información Pública, la disfrazada prohibición de las manifestaciones ciudadanas y las artimañas inconstitucionales que poco a poco nos sumergirá en las súbitas reformas que le aplicarán a la Constitución de la República.
Cada día que pasa todo empeora aún más. Ya no existe institución alguna que nos proteja y ampare. Han pasado casi tres meses desde que se le dio golpe a la Sala de lo Constitucional y a la Fiscalía General y estamos a un mes para que entre en curso legal una moneda digital a la que la mayoría de la gente le teme por su imposición, toda esta parafernalia sirve meramente para dopar a las multitudes y cuando el país colapse por culpa de estas medidas autoritarias y revanchistas, ya será demasiado tarde. Es importante señalar que nos gobierna un clan familiar y que este país, antes de que acabe el año, entrará en una nueva fase autoritaria en las que las reglas de frente a las elecciones del 2024, (legislativas, municipales y presidenciales) no serán equilibradas.
La concentración del poder absoluto no ha sido disimulada, el revanchismo hacia la oposición o cualquiera que no piense igual al régimen es desmedido. Lo único que resta es que desde la resistencia se construya un frente amplio capaz de contrarrestar esta ola autoritaria. Mientras tanto, hay que exponerlos, evidenciando su mecanismo perverso, este que únicamente sirve a los intereses de un clan familiar.
Comunicólogo y político