En las arterias de nuestro pequeño gran país El Salvador corren la laboriosidad, la rebeldía y el patriotismo que han configurado su perfil histórico, tanto en Centro América como en Latinoamérica y el mundo.
Fue el primero en gritar su Independencia (1811) y en defenderla contra fuerzas imperiales (Agustín de Iturbide). A cada paso del tiempo le correspondió con una muestra de su coraje. Estamos orgullosos de ser salvadoreños; de su valentía; de los principios liberales que rigen la conducta cívica de las grandes mayorías. Liberalismo Integral (no Liberalismo que solo aplica esos principios en lo económico pero no en lo político) tal como lo impuso el consorcio de Washington (Augusto Pinochet). En las revoluciones del 5 de mayo de 1885 y de los ‘44” en Santa Ana (Ciudad Heroica) que en 1894 devolvió los fundamentos de la República rescatándola de la “dictadura bicéfala” responsable de la muerte del presidente, general Francisco Menéndez, padre de la Constitución de 1886; en la revolución del 2 de abril de 1944, regada con sangre del Ejército Nacional; en la “Huelga de Brazos Caídos” del 5-9 de mayo del mismo año que mostró la eficacia del pueblo unido. En la invasión obrero-estudiantil en Ahuachapán contra la dictadura del general Osmín Aguirre y Salinas en diciembre de 1944, y de tantos movimientos que configuran la limpia historia de su sociedad civil en nuestro país, hechos todos que sirvieron de antecedente a la guerra civil para la firma de los acuerdos de paz el 16 de enero de 1992.
Últimamente, sin raigambre histórico, han surgido en el ámbito político de nuestro país, supuestas nuevas ideas que en realidad están significando un retroceso en nuestra historia. No sólo renunciamos a ellas sino que nos oponemos radicalmente a esa infortunada concepción política.
Pronto se vio en nuestro país el efecto de esas nuevas ideas: 1) grotesco intento de militarizar la Asamblea Legislativa el 9 de febrero del corriente año; 2) desobediencia a las resoluciones de la Asamblea Legislativa y a las sentencias de la Corte Suprema de Justicia, de la Sala de lo Constitucional; 3) utilización de la pandemia COVID-19 para imponer al pueblo una serie de graves restricciones en contra de sus derechos fundamentales; 4) proliferación de los recursos de habeas corpus contra las arbitrariedades del gobierno; 5) Retención ilegal de varios compatriotas varados en distintos lugares del planeta; 6) extensión de un cheque en blanco a la Fuerza Armada, a la Policía Nacional Civil y al Ministerio de Salud, para que procedan gravemente en los siguientes términos: “Autorizo el uso de la fuerza letal (muerte) para defensa propia o para la defensa de la vida de los salvadoreños… Instamos a la oposición a que se ponga del lado de la gente honrada, y a las instituciones que controlan a dejar de proteger a quienes asesinan a nuestro pueblo”; 7) hacinamiento, confusión y exposición al contagio en los centros de contención; 8) Por su parte, instituciones como la Sala de lo Constitucional y la Fiscalía General de la República se muestran indecisas a la hora de desplegar todas sus facultades constitucionales; y, 9) falta de transparencia en el manejo de créditos y de fondos públicos.
Nos negamos a dar un paso reaccionario hacia atrás. Más que en supuestas nuevas ideas, creemos, a pesar de todos los obstáculos, en las “Buenas Ideas” que siguen el rumbo del progreso y de la filosofía de la vida ascendente.
Con tanta veracidad en los hechos tan oscuros que aquí denunciamos una vez más, elevamos nuestro Pabellón y nos unimos para defender la Constitución de 1983 promulgada con el concurso de todas las fuerzas políticas. Y convocamos a todos los grupos de la sociedad civil a dar un paso al frente en defensa y promoción del Estado Democrático Constitucional de Derecho.
Exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia.