Los bufones mentirosos

Los ciudadanos tenemos el poder para controlar el poder político, podemos generar el contrapeso a las decisiones arbitrarias del Órgano Ejecutivo a través de los diputados; por eso debemos elegir a nuestros legisladores desde la razónLos ciudadanos tenemos el poder para controlar el poder político, podemos generar el contrapeso a las decisiones arbitrarias del Órgano Ejecutivo a través de los diputados; por eso debemos elegir a nuestros legisladores desde la razón

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Fotos EDH Ricardo Flores

Por Marcela Galeas

2021-01-25 8:35:47

Johann Wolfgang von Goethe relata en Fausto II cómo este pacta y vende su alma al diablo a cambio de una vida intensa en placeres, prácticas y conocimiento. Por ello, el demonio Mefistófeles es enviado para ponerse al servicio de Fausto y cumplirle sus deseos, pero así también asegurarse de llevarse su alma a los infiernos.
En una parte de la tragedia se relata cuando el tesorero del rey se queja amargamente de que el reino está quebrado. Mefistófeles, el demonio, quien para pasar inadvertido se ha disfrazado del bufón de la corte —figura cuya finalidad es provocar risas y entretenimiento— es presentado al rey y propone soluciones ingeniosas pero ilusorias a sus problemas.
Ante el rey, Mefistófeles procede a elaborar su propuesta engañosa: “¿Dónde en este mundo no falta algo? Esto o lo otro, pero aquí falta el dinero”. El rey reta a Mefistófeles a crear dinero y resolver sus problemas. Ante esto, Mefistófeles propone su siniestra solución: ya que el rey —que simboliza el Estado— es dueño de todo lo que existe bajo la tierra, incluido el oro, entonces basta con que emita certificados de papel amparados por su firma para liquidar sus deudas y volver a llenar sus arcas.
Dice Mefistófeles: “Un papel así en lugar de oro y perlas es tan cómodo que se sabe lo que se tiene”, y continúa celebrando que estos certificados o billetes, en contraste con los metales preciosos, pueden reproducirse infinitamente sin ningún respaldo, creando con ello inflación económica.
El rey, en un inicio escéptico, finalmente acepta el pacto con el demonio. En dicha comunión, lo que el monarca hace es ROBAR a sus súbditos mediante la impresión de certificados para hacerse con los bienes que éstos producen, prometiendo una gratificación inmediata, cuyo resultado es la destrucción económica de la población.
Posteriormente, aquellos que antes celebraban las promesas, las ilusiones y las mentiras del rey se lamentan por la intervención del diablo y el pago que deben dar a éste por aceptar su ayuda. Al final todo resulta en calamidades y miseria.
Parte de esa tragedia escrita por Goethe la hemos vivido en El Salvador y estamos volviendo a experimentarla con el nuevo gobierno y su “aire monárquico”, y para muestra un botón: el manejo de los fondos públicos se caracteriza por ser discrecional y desordenado, se están excediendo en gastos, destinan fondos y no concluyen las obras y tampoco las transparentan, están incrementando la deuda y fomentando una crisis financiera, cuya justificación es la emergencia por COVID-19, cuando es por todos conocido que nunca han asumido un rol consciente sobre las finanzas del Estado, ni organizaron un plan económico de nación, ni antes, ni durante, ni post pandemia.
Si Mefistófeles tomó el lugar del bufón para engañar a todos, hoy en día tenemos bufones de ministros, diputados y candidatos a diputados: dicen querer el bienestar para el pueblo mientras regalan ilusiones y saquean el Estado, lo que en apariencia es medicina resulta ser veneno, y al parecer, gran parte de la población está feliz de beberlo.
A esta fecha aún no se ha terminado de construir el Hospital “El Salvador”, cuyo propósito era cubrir la emergencia de salud por coronavirus, pero han pasado más de siete meses y seguimos esperando; quien no espera es la muerte y la falta de acceso a red hospitalaria eficiente para todos los enfermos de COVID-19 y otros padecimientos crónicos.
Tampoco tenemos acceso a vacunas anti-covid. El ministro de salud y el presidente dicen que vienen pronto los lotes con las dosis, pero estamos en el limbo, no sabemos cuándo estarán en el país y la realidad es que las promesas políticas no combaten el virus. Los infectados se incrementan y ante la crisis no tenemos una respuesta médica y científica que sea inmediata y sensata.
¿Qué tenemos en El Salvador?
Un bombardeo de propaganda gubernamental incesante por televisión, radio, redes sociales y medios impresos; alfombras rojas propias de un aspirante a monarca, gasto en camarógrafos, maquillistas, asesores de imagen, equipos de publicidad, caravanas, vallas publicitarias, artículos propagandísticos desde los calendarios que tanto han criticado hasta láminas y escobas, pagados con mis impuestos y los suyos, y que el oficialismo justifica diciendo que son de y para el “pueblo”, pero los utilizan y se sirven ellos. Los funcionarios y personajes del partido oficial están violentando de manera descarada el Art. 218 de la Constitución: “Los funcionarios y empleados públicos están al servicio del Estado y no de una fracción política determinada. No podrán prevalerse de sus cargos para hacer política partidista. El que lo haga será sancionado de conformidad con la ley”.
¿Es justificable? No. ¿Es ilegítimo? Sí. ¿Es ilegal? Sí. ¿Es antiético? Sí.
¿Lo saben estos funcionarios? Sí y son conscientes de atropellar la Constitución para posicionarse ante el público, vender ilusiones y ser esclavos de intereses particulares que disfrazan como colectivos, transformándose en bufones, como el demonio Mefistófeles, la diferencia es que en la obra de Goethe los súbditos no tenían opción; en nuestro caso los ciudadanos tenemos un arma enérgica: nuestros votos, que podemos ejercer de una manera eficaz en las próximas elecciones legislativas y municipales, no votando por candidatos transgresores de la ley, misóginos, agresores de mujeres, delincuentes, vividores del Estado, carentes de criterio y sometidos a la figura presidencial, cuya trayectoria esta manchada con actos de corrupción de gobiernos pasados y del gobierno actual.
Los ciudadanos tenemos el poder para controlar el poder político, podemos generar el contrapeso a las decisiones arbitrarias del Órgano Ejecutivo a través de los diputados; por eso debemos elegir a nuestros legisladores desde la razón, para que el Estado sea de todos y para todos y no solo de unos pocos, para que nuestros recursos no sean despilfarrados y para eso necesitamos personas honestas, capaces e independientes como diputados no bufones apestosos a monarquía bananera.

Abogada.