El gran soberano

La santa solución y la comodidad de no asumir compromisos sociales reales y efectivos harán que siempre sea fácil colar en la sociedad discursos nocivos y simplistas de falso empoderamiento

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Los actores Itatí Cantoral y Eduardo Santamarina. Fotos: Captura de video y AFP

Por Guillermo Alejandro Zaragoza

2021-05-31 5:52:43

"Se pudo y se hizo. El ganador se lleva todo”. ¿Qué explicación puede ser más satisfactoria para una sociedad que aprendió a ver a sus funcionarios públicos como caricaturas burdas y maniqueas, que se pugna el dominio por sobre su homólogo como si se tratase de una rivalidad futbolística?
Sería muy irresponsable afirmar que el modo de hacer y ver la política en nuestro país no ha cambiado radicalmente desde hace ya un par de años, pero también lo sería querer permanecer ciego, afirmar que este cambio es del todo inédito y que no puede ser tomado como una consecuencia real del pasado. Verdaderamente, no iremos hacia ninguna parte si no entendemos lo que sucede en la realidad histórica de nuestro propio país. Y lo cierto es que los actores políticos han demostrado poco (o ineficaz y fácilmente descartable) interés en la participación activa de la ciudadanía como agente de verdadera relevancia en el acontecer cotidiano.
Si bien esto sucede en cierta medida, los responsables de dar a conocer sus puntos de vista a la gente de a pie (quienes deben usar las instituciones democráticas con el único fin de alcanzar el bien común) tienden a hacer un trabajo deshonesto y displicente para la población a la que se deben, aprovechándose de su sencillez y bondad de intenciones, con el único objetivo de hacer crecer el número de seguidores que no les cuestionan.
Pese a todo, es menester saber que la mayoría de gente no puede ser culpada por vivir más preocupada por las numerosas cuestiones cercanas a su realidad inmediata que de los revanchismos políticos de costumbre entre candidatos (y no solo en la política reciente, sino desde tiempos más distantes). Es mucho más fácil utilizar y manipular con fines meramente electorales, que comprometerse a enseñar y fortalecer a la ciudadanía en su toma de decisiones.
La situación ha sido tal que a las instituciones tradicionales poco importante les parece una formación genuina del electorado, que busque generar en él mismo un verdadero y constructivo interés en ser partícipe de mejorar sus condiciones actuales de vida, no solo mediante el ejercicio mismo del sufragio (vital para cualquier sistema democrático), sino también con la implementación efectiva de verdaderos compromisos sociales. Sin embargo, es mucho más fácil e inmediato enseñar que existen santos remedios que vienen de personas iluminadas y bondadosas, en contraste con oposiciones diabólicas que obedecen solo a los intereses de élites malvadas.
Este no es un vicio propio del pasado, ni siquiera del presente más inmediato, debido a que las nuevas generaciones pecan del mismo mal: mirar a la historia en forma maniqueísta y lineal, con buenos y malos, gente que nos hace avanzar y gente que nos hace retroceder. Poco nos ha servido disponer de información de forma cientos de veces más accesible que las generaciones anteriores si, de igual modo, nos contentamos con la solución fácil, la búsqueda superficial, la llana ideología alimentada por el sesgo de confirmación y la fatal arrogancia de creer que no podemos aprender nada de quienes nos precedieron, ya que ahora todo se hará bien porque lo haremos nosotros.
Mientras continuemos ignorando lo que sucede con la mayoría de nuestros compatriotas, cómo viven y conciben su propia realidad (portando consigo aciertos y errores), muchos estudiantes entusiastas del acontecer político seguiremos ingenuamente analizando la realidad desde nuestra cómoda posición pretenciosa y elitista, creyendo que todos a nuestro alrededor se volvieron espontáneamente locos por no analizar la realidad como nosotros, por pasar por alto ciertas cosas que nosotros juzgamos como fundamentales e irrenunciables.
La santa solución y la comodidad de no asumir compromisos sociales reales y efectivos harán que siempre sea fácil colar en la sociedad discursos nocivos y simplistas de falso empoderamiento. Solo es cuestión de encontrar la palabra correcta para describir a quienes queremos poner en “el lado correcto de la historia”: la Patria, el pueblo, el gran soberano…

Estudiante de Licenciatura en Economía

Miembro del Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)