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¿Qué es lo que no se entiende?

La fe tiene límites, y esta es una sociedad que cuestiona, reclama derechos, pide cuentas, aunque el poder pida obediencia o fe. No nos pueden negar el disenso, aunque su narrativa sea pueblo; no podemos aceptar que se inocule odio en las masas, contra el que le es incómodo, los que encuentran en sus adversarios políticos y en ciudadanos o instituciones exigentes.

Por Mauricio Ernesto Vargas

Les contaré: hace 30 años conversábamos en Colombia, Nicaragua y Venezuela, cada uno con su propio denominador, y les expresaba:_doy por sentado que el hacer caso omiso a la historia y la experiencia  tiene costos que hay que pagar y la mayoría son altísimos. “El tiempo jamás hace preguntas, él da respuestas”.

El desconcierto existente en estos países era grande, y se les decía: mucho cuidado  al creer que un vengador será quien les resolverá la situación imperante; así se hundirán con peores consecuencias. Actuar con fe ciega, sin darse cuenta, dañaría todo el proceso institucional y lo liquidará. Es inevitable e irremisible que lo agravará y  desquiciará, lo sacará de la ruta. Es caer en una trampa y hasta estar en ella van a querer  reaccionar (El ratón aplaude porque cree que el queso es gratis).

Tienen enfrente una tragedia y su historia: (un Rojas Pinilla en Colombia, un Pérez Jiménez en Venezuela, un Somoza García en Nicaragua) y aun así no escucharon y hoy han tenido que llegar hasta abajo, retorciéndose en el fondo y luchar para levantarse; unos salen como Colombia y otros siguen en la lucha por el derecho de expresión, sus libertades individuales, su derecho a disentir, la separación de poderes, una justicia de verdad; la cárceles se abren y de lo que querían salir (corrupción, marginalidad justicia verdadera, Estado de derecho, seguridad jurídica, respeto a la Constitución y las leyes), ni disminuye ni desaparece, son más grandes. Explicarlo resultó igual, no comprendieron el caos y la brutalidad por venir, siguieron su camino, aceptando el “créanme, no los voy defraudar”, “yo los defenderé”, eso sí, los que no lo hagan, no tendrán derecho a reclamar, y hasta llegan a afirmar que Dios les habla.

¿De qué hablamos? Luis XIV sentenció: “El Estado soy yo”, un signo de absolutismo, un autoritarismo, donde el poder depende de él, él decide cómo administrar, que leyes aplicar y a quién. La base de esto se da cuando las masas abrazan la fe. Con ello renuncian a ser ciudadanos, convirtiéndose en creyentes; renuncian a ser ciudadanos y convertirse en devotos; encuentran su justificación en lo que quieren oír, en el amor por su mesías, sin importar si es intolerante, mentiroso, corrupto, autoritario, sectario o violento. La calidad democrática no mejora; al contrario, se disminuye. La narrativa es “el pueblo”, el cual existe siempre y cuando le rinda culto, aunque a la par embate contra las instituciones, la economía y el futuro de una nación. ¿No sé a ustedes? Esta historia me suena...

En nuestro El Salvador todavía con olor a pólvora vamos por el mismo camino, pero a un paso más acelerado, con la promesa de romper con la lógica del pasado que no pasa, y de un presente más parecido al pasado, acompañado de manera alarmante de una desinformación y su enquistamiento como creencia básica en gran parte de nuestra población,

La fe tiene límites, y esta es una sociedad que cuestiona, reclama derechos, pide cuentas, aunque el poder pida obediencia o fe. No nos pueden negar el disenso, aunque su narrativa sea pueblo; no podemos aceptar que se inocule odio en las masas, contra el que le es incómodo, los que encuentran en sus adversarios políticos y en ciudadanos o instituciones exigentes.

Hay que sacudir la fe de las masas, los funcionarios son individuos comunes y corrientes, no son dioses. Debemos exigir que cumplan lo que prometieron, queremos resultados. No debemos amar u odiar a ningún funcionario, no hay por qué. Nuestro derecho es señalarles cuando se equivocan y exigirles que cumplan lo que prometieron; nos están fallando, igual que los que desplazaron. Las democracias no son de jefazos, que nos digan que arriba es abajo y abajo es arriba, eso reduce nuestra interpretación, ¡Es de ciudadanos! Cada vez hay más autoridades que quieren hacernos dejar de confiar en nuestro conocimiento.

Ha pasado demasiada agua bajo el puente de la historia, no podemos poner en duda lo que se puede ver, evidencias captadas en videos y ellos puedan negar lo que se puede confirmar, captado por nuestros ojos. Si  no, nada será necesariamente verdad. Sus secuaces no vacilarán en distorsionar hasta el lenguaje si ayuda a sus objetivos políticos.

¡El que camina sin dejar huella, no sirve para nada! ¡No, al regreso de ningún autoritarismo que se encierra en la jaula del poder!

General (r) de la Fuerza Armada.

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Constitución Dictadura El Salvador Opinión

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