La disputa del sentido común

La manipulación de la verdad a través de los troles no es un problema menor. Es un fundamento de la mayoría de proyectos políticos actuales y ha sido determinante en el ascenso de figuras autoritarias, mesiánicas y antidemocráticas.

descripción de la imagen
Foto EDH / Archivo

Por Ramiro Navas

2020-11-18 6:05:52

Se dice a menudo que el sentido común es “el menos común de todos los sentidos”. Pero si una persona se dispone a tomar agua en un vaso de vidrio y el vaso está roto, no hace falta que venga nadie a indicarle que es mala idea beber del lado donde está la grieta: a menos que se quiera cortar el labio, tomará del otro lado o cambiará el recipiente. Ahí está el sentido común.
Sin adentrarse en discusiones académicas podemos decir que el sentido común es ese orden de conocimientos y saberes que se manifiestan en nuestra vida cotidiana y que nos orientan a tomar decisiones desde las más simples y automáticas (como la del vaso roto) hasta otras que pudieran ser más complejas. La religión, la familia, la comunicación y la política son enormes sistemas de ideas que se basan en “sentidos comunes”.
El punto más importante sobre el sentido común es que no estaba ahí. No es automático, no viene de fábrica. Siguiendo con el ejemplo del vaso roto, es difícil esperar ese procedimiento mental en un bebé de ocho meses de edad. El sentido común es, sobre todas las cosas, una construcción social, articulada por las relaciones humanas y las condiciones del entorno, que se va formando en la medida en que se desarrollan esas relaciones. Es así con los individuos, y también es así con las sociedades.
Pero, ¿qué hace común al sentido común? Al día de hoy, en El Salvador se ha vuelto necesario hacer pausa y repasar esa pregunta. Palabras como “democracia”, “libertad”, “paz” o “justicia”, que se enseñan cada septiembre en las aulas de educación básica, parecen significar cosas distintas a las que significaban hace algunos años. Se han convertido, como dirían Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, en significantes flotantes: palabras que están en boca de todos, pero que han perdido el sentido porque ya no es compartido por la mayoría. En el ámbito colectivo, el significado de esas palabras es poderosamente influenciado por los medios que son capaces de establecer ideas que se puedan convertir en “obvias”. Aplicando la conocida receta de Goebbels, quien posee la capacidad de repetir mil veces una mentira, está en posibilidad de hacerla parecer la verdad.
Es aquí cuando entran en escena los tristemente célebres troles de internet. Vinieron con la era del Social Media, de la mano con las fake news y el ciberbullying y se instalaron como una herramienta bastante útil para condicionar la opinión pública y alterar lo que entendíamos como “sentido común”. Aunque a muchos no les convenga admitirlo, la manipulación de la verdad a través de los troles no es un problema menor. Es un fundamento de la mayoría de proyectos políticos actuales y ha sido determinante en el ascenso de figuras autoritarias, mesiánicas y antidemocráticas.
De cara a la contienda legislativa y municipal de 2021, las fuerzas políticas y sociales salvadoreñas tienen ante sí mismas un reto bastante grande: construir alternativas que trasciendan de lo electoral y sean capaces de disputar nuevamente la opinión pública y el sentido común. Que configuren colectivamente los significados que han sido vaciados, pero sobre todo, que impidan el desmontaje de los pocos pero valiosos avances que se habían conquistado en cuanto a democratización del país. No dejar legitimar el abuso de los cuerpos represivos, la impunidad sistemática, las tramas de corrupción.
Ya muchos entendimos que ser trol no necesariamente es manejar una cuenta anónima desde una oficina. Es formar parte, voluntaria o involuntariamente, de una cultura que nos obliga a atacarnos entre nosotros, en vez de construir grandes acuerdos para atacar los problemas del país.

Director de Organización de Nuestro Tiempo.