Desnudarse en los calendarios

¿Qué manos arrancan de almanaque sus páginas y efemérides? ¿La divinidad del Tiempo, los días que pasan o las manos de nosotros, viajeros del destino y del azar? Viajando en el tiempo llego hasta una lejana y maravillosa playa junto a un lejano amor de juventud. El espíritu de la fugacidad de la vida, la risa y la belleza pasó de largo como un navío fantasma en alta mar. Vimos, pues, pasar la vida en la que todo transcurre sin sentir, como el mismo desgarrarse de los calendarios. Sentados en la orilla del muelle de madera, vimos perderse en las aguas a los barcos errantes como ballenas viajeras, indetenibles e inalcanzables. Viendo mi amada y yo el inmenso piélago, también vimos gaviotas transcurrir en su blanco e insaciable vuelo. Y, en un instante eterno, todas las épocas floridas, todas las lluvias y todos los siglos del amor pasaron ante nuestros ojos. Ojos ansiosos y curiosos, indagando el porvenir, que llega y se va como las frías mareas en pleamar. La misma que nos arroja a la playa perlas y caracoles. Y en cuenta el amor ilusamente eterno. Después en vaciante se lleva todo. Al fin todo pasó, en cuenta nuestro amor, al igual que los buques fantasmas. El amor no muere sólo dice un “hasta luego”. Aunque se borre en los labios con un beso. Con el tiempo ha de volver en un nuevo reír, en otros rostros, otros pueblos y mañanas de dulzura.