Deudas pendientes en el Día Contra la Desaparición de Personas

En esta nueva conmemoración, más que referencia a cifras, los órganos estatales tienen la responsabilidad de saldar la deuda pendiente y asumir la normativa internacional que aún falta por reconocer como Estado

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Falleció Hugo Ottensen, exgloria de Alianza. / Foto: Captura de imagen de Youtube.

Por Celia Medrano

2020-08-29 6:13:00

En su informe sobre visita “In loco” hecho a El Salvador por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en diciembre pasado, se verificó por esta instancia una preocupante situación en esta materia. Ejecuciones extrajudiciales, tortura y ataques a opositores o críticos a fuerzas estatales parecían títulos propios de un pasado supuestamente superado en la historia del país desde el cese al conflicto armado. Los Acuerdos de Paz y las esperanzas que invocaron no fueron suficientes para erradicar ecos de los miedos aún vigentes en nuestra sociedad. El olor a violencia sigue marcando el día a día de los salvadoreños obligados a vivir entre las impunidades del pasado con la impunidad actual y arrastrar dolores muy profundos, como el de no saber aún ahora donde están sus seres queridos desaparecidos.

El 30 de agosto, por iniciativa de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos (FEDEFAM) es declarado por Naciones Unidas como Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. En su Resolución 65/209 del 2010, la ONU plantea que la desaparición forzada se ha convertido en un problema mundial que no afecta únicamente a una región concreta del mundo. Las desapariciones forzadas, que en su día fueron principalmente el producto de dictaduras militares, pueden perpetrarse hoy día en situaciones complejas de conflicto interno, especialmente como método de represión política de los oponentes y la instrumentalización por parte de los Estados de la lucha contra el terrorismo como excusa para el incumplimiento de sus obligaciones.

La Comisión Interamericana advierte que El Salvador esta aún sin suscribir o ratificar compromisos internacionales para prevenir y erradicar la desaparición forzada de personas. Destaca la importancia de elaborar una ley que regule las exhumaciones realizadas en el marco de las investigaciones sobre las desapariciones forzadas, así como los derechos de los familiares relativos a la ausencia de las personas desaparecidas. También, la CIDH urge que el Estado ratifique la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas y la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad.

La Comisión de la Verdad registró 4 mil desapariciones forzadas ocurridas en el periodo desde 1980 a 1992 en El Salvador. Organizaciones no gubernamentales hablan de una cifra mayor que oscila entre 7 mil a 9 mil desaparecidos. En el 2019 los registros oficiales de reportes de personas desaparecidas por la violencia superaron el umbral de lo que la Organización Mundial de la Salud considera una epidemia y se colocó en una tasa de más de 48 por cada 100.000 habitantes, lo que representaría un promedio de 10 personas desaparecidas por día.

Cuando hablamos de la brutalidad de los conflictos armados y sociedades violentas, usualmente nos referimos al número de muertes; no pensamos en las madres, esposas e hijos que quedan atrás y que sufren durante años por sus desaparecidos. Visibilizar a las madres y a los familiares de los desaparecidos, es visibilizarnos a nosotros mismos. Reconocer la lucha por los desaparecidos, es reconocer que esa también es nuestra lucha. Reconocer esa herida en el otro, en la otra, es reconocer que es una herida nuestra como nación.

En esta nueva conmemoración, más que referencia a cifras, los órganos estatales tienen la responsabilidad de saldar la deuda pendiente y asumir la normativa internacional que aún falta por reconocer como Estado.  Desde la sociedad, nuestra deuda es hacía las víctimas, hacia los que han sobrevivido y continúan buscando al grito de “hasta encontrarlos”. Estamos convocados a estar siempre a su lado, recordando a nuestros desaparecidos y desaparecidas, recordándolos, impidiendo que la impunidad los niegue, porque siempre que los recordemos, ellos y ellas seguirán viviendo.

Periodista especializada en derechos humanos y educación para la paz