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El cinismo como política de Estado

Muchas veces, hasta que llega el turno del ofendido es que nos damos cuenta de que cada día es una pérdida de derechos fundamentales que en el futuro serán difíciles de recuperar, ojalá no vaya a ser demasiado tarde.

Por Ingrid Escobar
Educadora

Dicen que “no hay mayor cinismo que el de aquellos que reclaman para sí lo que nunca han dado ni tienen intenciones de dar”. Justo lo que le pasa al oficialismo cuando tiene el descaro de pronunciarse en nombre de las mujeres salvadoreñas, en el mes en que se celebra el Día Internacional de la Mujer.

Y es que solo hace falta volver la mirada a la cantidad de mujeres desaparecidas diariamente ante un Estado indolente y pasivo sobre dicho flagelo. Mismo Estado que tiene otras formas de matar, formas silenciosas de hacerlo.  Miles de mujeres trabajadoras han sido despedidas  a nivel nacional violentándoles todas las garantías jurídico-constitucionales. Muchas de ellas condenadas a morir en la espera de un proceso laboral que no tiene respuesta de las jurisdicciones competentes.

Despedir trabajadoras con enfermedades terminales es una práctica del Estado, es una practica de la Asamblea Legislativa, irónicamente, la casa que se supone crea las leyes para proteger a las mujeres, pero que violenta una y otra vez sin el mínimo remordimiento y bajo la mirada de una administración de justicia que parece no importarle.

Otro ejemplo inoperancia del Estado son las instituciones rectoras  de políticas públicas para la igualdad sustantiva de las mujeres, como es el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU), expresando, por ejemplo, posturas como que “se ilumina el majestuoso Palacio Nacional y Teatro Nacional en honor de todas las mujeres que luchan por la igualdad, el reconocimiento y el ejercicio efectivo de sus derechos”.  Eso en la práctica simplemente NO EXISTE.

Pregunto: ¿de qué sirven las luces led en un palacio nacional si, en este momento, hay mujeres y niñas desaparecidas, sin encontrar apoyo ni justicia, mujeres trabajadoras despedidas, por el Estado salvadoreño, con enfermedades terminales, todas vulneradas en sus derechos más fundamentales, derechos constitucionales’? No sirve de absolutamente  nada más que sólo para adornar los discursos oficialistas.

¿Y qué decir del papel de las diputadas que se dan golpes de pecho en nombre de las mujeres en las comisiones legislativas? Algunas hasta se van de viaje alrededor del mundo hablando, supuestamente,  “en favor” de las salvadoreñas, pero en su propia casa, sólo en la Asamblea Legislativa, tienen cerca de 900 trabajadoras despedidas de manera injustificada y en procesos arbitrarios sin precedentes.

Las diputadas se ven muy mal denunciando violación a sus derechos como mujeres cuando en su actuar son igual o peor que lo que denuncian.  Parece que la coherencia no la conocen o la ignoran a conveniencia. Hacer alarde y tomarse las banderas de luchas históricas de las mujeres deja entre dicho si verdaderamente existe una base moral y ética para hacerlo o simplemente es parte del show que debe continuar.

Decir una cosa y hacer otra ya está normalizándose en El Salvador y lo más complejo es que parece que la población lo acepta bajo el concepto de que la corrupción de unos(pasado) justifica la corrupción de otros(presente), pero no es así. El costo es enorme y es de nación.

Lamentablemente, muchas veces, hasta que llega el turno del ofendido es que nos damos cuenta de que cada día es una pérdida de derechos fundamentales que en el futuro serán difíciles de recuperar, ojalá no vaya a ser demasiado tarde.

En fin, lo que queda claro es que el cinismo de pedir lo que no se es capaz de dar es un evidente reflejo de la mentira en los discursos oficialistas en torno a la Conmemoración del Día Internacional de la Mujer en todo el mes de marzo. “Palabras, palabras, palabras…”, dice una canción.

 

Sindicalista.

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