Neuroeducación y neurodidáctica

El reto educativo es saber guiar los contenidos curriculares y presentarlos de una forma atractiva, emocionante, y a la vez saber que hay “mentes diferentes, y aprendizajes diferentes” (M. Levin), no obliguemos a todos a pensar igual, a saber igual, permitamos que cada quién descubra su potencial.

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Diputados en la Asamblea Legislativa. Foto de referencia EDH/ Archivo

Por Óscar Picardo Joao

2020-09-29 9:58:32

En la literatura ocasional educativa –sobre todo de blogs- da la impresión que se está abusando del término “neuro” para todo lo educativo; es decir, intentar explicar o proyectar el quehacer pedagógico y didáctico desde lo profundo del cerebro o desde lo neurológico. Pero no es así…; a partir de los hallazgos de Mel Levin y de Howard Gardner se ha entendido mucho más cómo funciona el aprendizaje y las relaciones neurológicas con el medio externo –docentes y recursos didácticos-.
No sólo sabemos que existes inteligencias múltiples, sino que hay ocho constructos que administran y construyen el aprendizaje desde diversas perspectivas: Atención (como el sistema administrador), Memoria, Lingüística, Espacial, Secuencia, Motor, Sistema Superior y Pensamiento social. También hay controles de energía mental (potencia, esfuerzo, sueño, constancia), de entrada (selección, profundidad, atención, satisfacción) y de salida (previsión, opciones, ritmo, calidad y esfuerzo). Esto lo publicamos en el libro “La curva de aprendizaje: Un enfoque neuroevolutivo” (Picardo-Abrego, 2019).
La mayoría de estudios recientes de neuroimagen confirman que las emociones juegan un papel central en la memoria y el aprendizaje. Esto es algo evidente: aprendemos y recordamos los que nos gusta, lo que nos apasiona, lo que nos interesa.
Estudios recientes del MIT (Massachusetts Institute of Technology) han medido la actividad eléctrica de un estudiante durante 24 horas y la compararon en diferentes actividades, como escuchando una clase magistral, viendo televisión o jugando. Notaron que en esos casos no había mucha diferencia. De aquí siguieron para determinar que un método pedagógico basado en la recepción pasiva no funciona realmente, o al menos no es muy efectivo.
Según el neurpsicólogo José Ramón Gamo en un artículo de El País: “El cerebro necesita emocionarse para aprender”. Con el uso de técnicas de medición de la neurociencia se ha podido determinar que los procesos de aprendizaje requieren de una cierta motivación e involucramiento. Esto refuerza la noción de que la clave que hace a un buen profesor es estimular e interesar a sus alumnos. Efectivamente, cuando un estudiante se interesa por algo no debemos obligarlo a estudiar, lo aprende todo y solo. Muchos chicos saben todo de la Liga Española, estadísticas, jugadores, equipos, etcétera; o muchas chicas conocen cada detalle de ciertos blogers o influencers de su interés.
Entonces el reto educativo es saber guiar los contenidos curriculares y presentarlos de una forma atractiva, emocionante, y a la vez saber que hay “mentes diferentes, y aprendizajes diferentes” (M. Levin), no obliguemos a todos a pensar igual, a saber igual, permitamos que cada quién descubra su potencial.
A partir de esta información se han desarrollado también la neurodidática, una disciplina incipiente, que incorpora la ciencia del procesamiento neural de la información a la metodología escolar. Lo que se deduce de estas aplicaciones es que el llamado lenguaje no verbal es importante, así como también la enseñanza interactiva, en la que los alumnos no sólo escuchan y toman notas, sino que hacen o ponen en práctica: Aprender haciendo y aprendizaje por proyecto.
Insistimos entonces en un aspecto fundamental: la empatía docente, sobre todo ahora en modalidad virtual; hacer que los estudiantes participen y se entusiasmen en educación mediada por internet o virtual es una tarea esencial.
A propósito, esta semana en el boletín de la escuela de educación de Harvard “Education Now” se publicada esta frase de Howard Gardner: “Creo que lo que COVID ha hecho para cada sector, para cada profesión, para cada disciplina y para cada sector de la educación que se haga estas preguntas: ¿Qué es realmente importante?, ¿Qué es realmente crucial?, ¿Qué es lo que podemos hacer?, ¿Eso que nadie más puede hacer y que debemos intentar hacerlo lo mejor posible?: Lograr concentrar la mente para educar”.
Nuestros docentes tienen que comenzar a entender la arquitectura del cerebro, saber cómo aprenden los estudiantes, que factores estimulan o retrasan el aprendizaje y luego planificar sus herramientas pedagógicas y didácticas para mejorar la eficiencia del quehacer educativo. Para ello se pueden comunicar con el http://www.iiasv.org/

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu