Depresión y pandemia

Sería óptimo que el Ministerio de Salud Pública pusiera a disposición de los usuarios un programa en línea de salud mental, como se ha hecho en otros países.

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Foto AFP

Por Carmen Marón

2021-10-04 7:27:44

Octubre es el mes de la Concientización de la Depresión y creo que, dentro del contexto tanto social como de pandemia que estamos viviendo, es importante hablar de ella.
La depresión puede ser endógena o exógena; el tema de trastornos y gravedad se lo dejaré a los profesionales. La depresión endógena tiene un origen biológico y guarda relación con la predisposición genética. La depresión exógena es aquella que es desencadenada por factores externos: la muerte de un familiar, una pérdida financiera grande o, como creo que todos hemos podido experimentar, situaciones de estrés como los que la pandemia nos ha hecho vivir.
Para superar la depresión es necesaria la ayuda profesional y, muchas veces, el que se receten fármacos. Si la depresión es endógena, se tendrán que tomar fármacos para toda la vida. Si la depresión es exógena, se tendrán que tomar fármacos por un tiempo. En ambos casos se necesitará de terapia. Lo siento, pero ni los versículos bíblicos, ni el agua bendita ingerida, ni meditar frente a las rosas son “curas” para la depresión.
Vivimos en una sociedad en que, desafortunadamente, todo tiene que ser perfecto y donde usamos más mascaras que una tragedia griega. Se nos enseña que una persona fuerte es aquella que no llora, que vive agradecida por lo que tiene, que nunca se siente mal. Triste, cuando se piensa que casi 300 millones de personas a nivel mundial sufren de depresión. Es necesario que la sociedad valide sentimientos como: “no puedo más”, “siento que mi vida no tiene sentido”, “estoy en un hoyo y no puedo salir” y que anime a otros (y a sí mismos) a buscar ayuda profesional en lugar de recetar libros de autoayuda y sermones de cuan mal están otros. Una persona deprimida está luchando con llevar un peso enorme; no puede llevar el peso de otros. Se debería redefinir a una persona fuerte como aquella que se levanta una y mil veces a pesar de llevar una gran carga sobre sus hombros.
“Pero usted que tanto habla de la fe”, me preguntarán, “¿cómo es que no mete a Dios en la ecuación, si Dios lo arregla todo?”. Bueno, nosotros no tenemos un Dios “a la carta”, tenemos a un Dios soberano y amante que nos ama y acepta a pesar de. Tenemos un Dios que no está peleado con la ciencia y nos ayuda a través de los médicos . Y tenemos un Dios que nos enseña a ser humildes, muchas veces a costa de nuestras debilidades. Dejar de tomar antidepresivos “porque tengo fe” es el equivalente a que un paciente con cáncer deje la primera ronda de quimios “porque tiene fe”.
Finalmente, es importante que se entienda que si los padres están deprimidos, los hijos van a sufrir las consecuencias de esa depresión. Mucho del abuso verbal, y a veces físico, que sufren los niños viene, justamente, de la inhabilidad de los padres de lidiar con sus propias frustraciones.
Conforme llegamos al final de un segundo año de una pandemia que parece no tener fin, hagamos un esfuerzo por ser empáticos con nosotros mismos, con nuestra familia y con los demás. Yo creo que solamente un santo no ha salido afectado por todo lo que estamos viviendo. Busquemos ayuda ya sea en programas privados, del ISSS o públicos. Y sería óptimo que el Ministerio de Salud pusiera a disposición de los usuarios un programa en línea de salud mental, como se ha hecho en otros países. Al final, un día la pandemia llegará a su fin. Es responsabilidad nuestra que cuando todo haya acabado, nuestra salud mental se haya salvado también.
Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.