Retroceso

Una cosa es la imprescriptibilidad y otra muy distinta la retroactividad en la aplicación de la ley, lo que vendría a violentar los principios básicos de la estabilidad jurídica del país, si es que alguien está todavía interesado en ello

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Amado Guevara, la noche que Honduras consiguió su clasificación al Mundial del 2010 en el estadio Cuscatlán. EDH/Archivo. / Foto Por Archivo

Por Jorge A. Castrillo H.

2021-09-03 4:53:20

Cuando alguien “mete” retroceso, es porque quiere que el automóvil vaya hacia atrás. Las razones pueden ser diversas: el camino hacia adelante está cerrado, se pasó del lugar donde iba, necesita aparcar el carro o decenas de otras que se nos pueden ocurrir. Mientras no se comercialicen esos vehículos que giran sus cuatro llantas en ángulo recto, es indispensable que quien quiera conducir un vehículo, tal y como los conocemos en la actualidad, deberá aprender cómo retrocederlo. Retroceder no es fácil, como pueden atestiguar quienes se ocupan en enseñar a conducir a los novatos al volante. Incluso con las camaritas que ahora traen los vehículos, la tarea de echar a andar hacia atrás un vehículo es complicada, entre otras razones porque los ojos los tenemos para adelante, el vehículo dobla a la inversa del giro del timón y también responde más rápido cuando se giran las ruedas delanteras.
La dificultad de retroceder un vehículo es directamente proporcional a las dimensiones del mismo (es más difícil dar marcha atrás en un cabezal que en un sedán) e inversamente proporcional a las dimensiones del lugar donde se maniobra (entre más grande el espacio, menos difícil es conseguirlo).
A pesar de sus innegables ventajas, los primeros automóviles se inventaron sin retroceso. Si se acepta que los primeros vehículos (a vapor) vieron la luz alrededor de 1770, significa que transcurrió más de un siglo sin que los carros trajeran de fábrica el retroceso. Fue el ingeniero alemán Karl Benz (quien no tenía ni hermana ni esposa ni hija ni novia llamada Mercedes), quien introdujo una marcha adicional en uno de los vehículos que había diseñado que le permitiría retroceder, buscando con ello que saliera con mayor potencia. Ahora bien: que el retroceso se hubiera inventado, no significó que se instalara en todos los carros: era una opción que solo se montaba en algunos modelos, casi siempre a solicitud de los compradores (como nos pasará con el bitcoin). Hubo que esperar hasta 1905 para que el retroceso se incorporara de fábrica en la mayoría de los vehículos.
Nuestra inexperta legislatura actual está intentando aprobar una propuesta de ley mediante la cual algunos delitos no deberían prescribir nunca, lo cual, de entrada, no parece malo. Creo que mundialmente ya es aceptado que algunos delitos, de lesa humanidad, por ejemplo, no prescriban nunca. Con la intención, se puede uno figurar, de que quien esté sopesando el cometimiento de un delito de tal naturaleza, considere que, de hacerlo, ese error lo perseguirá de por vida. Como digo, la imprescriptibilidad de algunos delitos, en sí misma, no parece mala medida, pero sí resulta del todo contradictoria con la “ley Alabí” que ¡esa misma Asamblea aprobó semanas atrás!
Lo que sí parece un desatino total es querer introducir la retroactividad en el mismo esfuerzo. Porque una cosa es la imprescriptibilidad y otra muy distinta la retroactividad en la aplicación de la ley, lo que vendría a violentar los principios básicos de la estabilidad jurídica del país, si es que alguien está todavía interesado en ello. Los hechos indican que algunos diputados no lo están.
Esta confusión de la Asamblea Legislativa me hizo recordar la escena en que una señora, de edad más que provecta en la actualidad, increpaba acremente a su señora madre porque no tuvo –en su tiempo- el empuje para asistir a la universidad y graduarse “…¡de algo, mamá, de lo que fuera, pero graduarte!”.
Hice mentalmente mis cuentas y a la anciana madre le habría tocado asistir a la universidad ¡en 1896!, lo que para entonces era altísimamente inusual. Si bien Carlos Cañas sostiene que, para 1889, ya teníamos en San Salvador a la primera graduada universitaria en la región centroamericana, Antonia Navarro Huez; en España, por otra parte, antes de 1910 una mujer necesitaba un permiso especial del Consejo de Ministros para poder estudiar en la universidad.
En este caso, la cólera filial no tendrá ninguna consecuencia pues su anciana madre años ha que emprendió el viaje sin retorno que todos haremos algún día. Pero este no sería el caso para quienes la actual Asamblea decidiera llamar a su malhada inquisición de aprobarse la retroactividad. Sería como incluir el retroceso en el sistema legal penal, lo que no es comida para hocicones. Nadie envía a un aprendiz a aparcar un camión en un espacio reducido. Ojalá el presidente vete ese proyecto, de lo contrario, el camión resultará con abolladuras importantes que se pudieron haber prevenido.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com