De público interés

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Foto: COES

Por Carlos Mayora Re

2019-08-16 10:04:35

¿Terminará el matrimonio por desaparecer por la presión que recibe en una sociedad progresista? No. Pues ninguna ley tiene el poder de hacer evaporarse una institución que nace de la forma misma en que estamos hechos los seres humanos. A lo sumo la ley, las leyes, la presión social, si se apartan de la naturaleza de las cosas, pueden crear un grupo enorme de personas desgraciadas, pero acabar con el matrimonio… francamente, no.
En estos días se ha discutido acerca de la conveniencia, o no, de modificar el Código de Familia para equiparar al matrimonio la unión civil entre dos personas del mismo sexo. En general se han visto abordajes con discutible rigor intelectual, y con abundancia de prejuicios ideológicos y moralistas.

Leyendo al respecto, me encontré una cita interesante: “Toda sociedad ha tenido una concepción determinada del matrimonio, que ha experimentado variaciones en el tiempo. Pero la flexibilidad tiene sus límites, y siempre han existido unos rasgos comunes, que ciertas sociedades, culturas y religiones han sabido realizar, proteger y potenciar mejor que otras. El matrimonio es en todo caso la unión de un hombre y una mujer, la más adecuada para procrear y educar a los hijos, y moralizar el comportamiento humano”.

Precisamente esa última frase es la que más ha llamado mi atención: el matrimonio entre hombre y mujer —cualquiera que sepa un poco de historia puede constatarlo— se ha mostrado como la sociedad más adecuada para procrear, educar y moralizar otros seres humanos. Una idea que, en resumen, se puede decir con una sola palabra: humanizar.

El matrimonio es, sin duda alguna, un tema de público interés, pues está claro que unas concepciones de matrimonio contribuyen más que otras al bien común de todos; de la misma manera que no es indiferente el modo de gobierno que se adopte (tiranía, democracia, gobierno que intenta ser justo) para el bienestar de los miembros de la polis. De ahí que, como decía ya en su momento Aristóteles, un pilar fundamental para la consecución de la felicidad que se puede alcanzar en una sociedad, se identifica con el concepto de matrimonio que prime en ésta.

Si el matrimonio fuera únicamente un contrato, el Estado tendría potestad para modelarlo al antojo de la mayoría, o prefigurarlo de acuerdo con los códigos legales vigentes. Sin embargo… siendo un contrato, va mucho más allá: es convivencia de vida, crisol de nuevos ciudadanos, salvaguarda de infantes y adolescentes, seguro de vida para los más necesitados: padres ancianos, personas que no pueden valerse por sí mismas. Es… escuela de humanidad.
Además, es importante considerar que si el matrimonio es disfuncional, los economistas tienen claras las consecuencias: menos hijos o hijos inadaptados, menos calidad de vida, más costos para el Estado. Es decir, más carga social: en salud, educación, atención de los débiles; y esto implica más impuestos cargados a los hombros de menos personas; pues, a fin de cuentas, “alguien” tiene que resolver lo que antes se hacía en las familias y que ahora, por la desnaturalización de éstas, resulta imposible.

El matrimonio nunca es cosa sólo de dos, es cosa de todos. Es asunto de público interés; y, por lo mismo, es peligroso dejar su legislación y su regulación simplemente en manos de juristas cuando, todos, todos los miembros de la ciudad nos vemos siempre afectados por la salud o las patologías de los matrimonios en nuestra sociedad.

Sería un grave error confundir la regulación del matrimonio por parte del Estado con el simple intento de proteger intereses individuales, so capa de derechos. Como también sería equivocado equiparar lo que no es lo mismo: matrimonio y acuerdos de convivencia de personas del mismo sexo; pues es muy distinto que la ley trate a todos por igual, a que se pretenda emparejar lo diferente a fuerza de leyes.

Ingeniero. @carlosmayorare