Daenerys

Danerys Targaryen se hizo a sí misma. Pasó de ser una niña a punto de morir en la miseria en los desiertos de Essos, a una mujer aguerrida que regresaba al Poniente que le exilió; y lo hacía junto a dos temibles ejércitos, una flota y tres dragones. Lejos quedó aquella niña tímida a quien su propio hermano vendió en matrimonio a un salvaje. Fue reina de esclavos en aquellas lejanas tierras y hoy está a punto de gobernar los Siete Reinos de Poniente.

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Fotografía de archivo del 26 de marzo que muestra al primer vicepresidente del Parlamento, Edgar Zambrano, durante una sesión de la Asamblea Nacional presidida por Juan Guaidó. Funcionarios del Servicio de Inteligencia detuvieron este miércoles a Zambrano, a quien le fue levantada la inmunidad parlamentaria por la oficialista Asamblea Nacional Constituyente. Foto / EFE

Por Daniel Olmedo

2019-05-08 6:12:57

(Alerta de spoiler).
La Larga Noche de Juego de Tronos resultó corta. Bastó una estocada de acero valirio y esa civilización milenaria de caminantes blancos cayó como un castillo de naipes.

Al día siguiente todos se emborrachaban en la victoria. Solo el Perro y Arya mantuvieron una mesurada dignidad en esa fiesta que se celebraba a unos metros de las cenizas de los amigos caídos. Pero en medio de toda esa alegría destacaba la soledad de Daenerys.

Danerys Targaryen se hizo a sí misma. Pasó de ser una niña a punto de morir en la miseria en los desiertos de Essos, a una mujer aguerrida que regresaba al Poniente que le exilió; y lo hacía junto a dos temibles ejércitos, una flota y tres dragones. Lejos quedó aquella niña tímida a quien su propio hermano vendió en matrimonio a un salvaje. Fue reina de esclavos en aquellas lejanas tierras y hoy está a punto de gobernar los Siete Reinos de Poniente.

Pero en aquella fiesta que se celebraba tras la Batalla de Invernalia sus súbditos la ignoraban. Interrumpió el banquete para mendigar popularidad ofreciendo Bastión de Tormentas a Gendry Baratheon. ¡Ingenua! Está a leguas de distancia del Trono de Hierro y desde ya se pone a repartir un reino que no tiene.

Expresó su desesperación al rogar a Jon que oculte su linaje Targaryen. Snow revela sus pocas luces. Se humilla jurando lealtad una mujer que, evidentemente, lo único que ama es el poder, no a un bastardo que conoció hace apenas unos meses y que hoy amenaza su camino al trono.

Las ansias de poder la llevan a adelantar una batalla para la que no está preparada. Las primeras víctima de su arrogante impaciencia fueron su escamoso hijo, Rhaegal, y su amiga, Missandei.

Por su parte, Tyrion continúa demostrando que su ingenio y perspicacia se perdieron hace mucho. Sigue creyendo en la nobleza de Daenerys. Parece que Varys es el único representante de la lucidez en esta tragedia.

Es el eunuco quien advirtió cómo el poder carcome la sensatez y nobleza de Daenerys (si es que algún día las hubo). Y es él quien con sabiduría expresó: “El poder hay quien dárselo a quien no lo quiere” (parece que los guionistas aquí nos dieron una pista sobre el final).

Varys sabe lo que dice. Sirvió a Aerys II, el Rey Loco, y hoy ve cómo la hija sigue los pasos de su padre. El poder corrompe, decía Lord Acton, pero también enloquece.

Hace unos días Sergio Ramirez publicó una columna titulada El poder y la locura. El escritor decía: “Quien consolida el mando sin término ni restricciones sólo atiende su propio criterio obsesivo; se niega a escuchar a los demás, rechaza los consejos, y quienes lo rodean temen expresar sus propias opiniones; la impulsividad se vuelve la regla, y el examen de los detalles al tomar las decisiones se torna irrelevante porque lo que importa son los propósitos mesiánicos. Es el iluminado sentado para siempre en el trono, contemplándose en el espejo de su propia gloria”.

Aquella reina mesiánica y bondadosa que llegó a liberar esclavos, hoy no duda en lanzar el fuego de su dragón a miles de inocentes, si esto es necesario para sentarse en el Trono de Hierro. Solo Varys entiende las palabras que aquí, en nuestro mundo, dijo Mariano José de Larra hace más de un siglo: ¡Dios nos libre de los héroes!

No se trata de quién se sienta en el Trono de Hierro, sino de limitar y controlar el poder del gobernante, sea quien sea. Ojalá que un día entendamos eso también aquí, en nuestro mundo.

Abogado